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Pablo Molina

La prueba del nueve

Si alguien discrepa y utiliza ese mismo argumento para demostrar su injusticia empleando el ejemplo vuelto en contra de quienes lo promueven, los fusibles estalinistas saltan a causa de la sobrecarga y se decreta el inicio de la caza del insensato.

La polémica artificial desatada por la izquierda de Leganés a cuenta de un artículo científico publicado hace nueve años, es la mejor demostración de que las ideas expresadas en ese trabajo son las correctas. Y es que sólo la verdad consigue sacar a la izquierda de sus casillas con la virulencia que estamos comprobando en este asunto.

La reacción extemporánea de los clérigos de la izquierda ha consistido, como siempre en estos casos, en atacar al autor en lugar de rebatir, también en el terreno de las ideas, aquellas que consideran erróneas. Por supuesto ninguno de los que han decretado la muerte civil de Gómez ha leído el ensayo objeto de su ira, porque la actividad intelectual honesta casa mal con ciertas ideologías más interesadas en el dogma acrítico que en el debate sosegado. Da igual. De lo que se trata es de hacer ver que nadie que discrepe del dictado de la izquierda puede ejercer sus derechos democráticos en igualdad de condiciones.

La superioridad moral de la que hacen gala lleva a los partidarios del marxismo a utilizar con displicencia el término "genocidio" en su acusación, exceso notable tratándose de los defensores de la ideología que más seres humanos ha asesinado en todo tiempo y lugar. Por decoro deberían esforzarse en utilizar otro argumento, pero de sobra saben que gozan de carta blanca para acusar injustamente a todos los demás de las mismas faltas que su propia filosofía utiliza como cuerpo doctrinal.

La izquierda española considera exquisitamente democrático el secuestro moral de los hijos de los demás para adoctrinarlos en su ideología como hace la educación pública española, porque ese ha sido siempre el principal objetivo del marxismo al menos desde Gramsci. Si alguien discrepa y utiliza ese mismo argumento, como hizo Jesús Gómez, para demostrar su injusticia empleando el ejemplo vuelto en contra de quienes lo promueven, los fusibles estalinistas saltan a causa de la sobrecarga y se decreta el inicio de la caza del insensato.

La operación, sin embargo, puede salirle terriblemente mal al equipo de gobierno actual de Leganés, porque igual los ciudadanos se plantean la necesidad de cambiar a unos políticos que actúan de una forma tan injusta contra el que no piensa como ellos. A siete meses de las elecciones puede ser demasiado tarde para rectificar, si es que alguno de ellos está dispuesto a considerar siquiera esa posibilidad.

Mis respetos a Jesús Gómez por su honestidad y mi felicitación por permitir con esa tranquilidad que la izquierda le haga la campaña electoral de forma gratuita. Aprende Arriola.

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