Los pablemos han presentado su (llamémosle) programa económico y, como era de esperar, amenazan con arrasar la poca riqueza que quede en España a poco que lleguen al poder. Lo hacen por nuestro bien, claro, porque los universitarios chavistas que lideran el partido saben mejor qué es lo que nos conviene. Por eso han determinado que se quedarán con la mitad de las rentas del trabajo y, como complemento, subirán espectacularmente el resto de figuras impositivas, no sea que alguno pretenda escaparse del hachazo pidiendo a su empresa que le pague en especie.
Así pues, un trabajador que gane 1.000 euros entregará 500 a un eventual Gobierno podemita. De los 500 que le queden, el Ministerio de Hacienda se quedará otra parte en concepto de IVA cada vez que adquiera algún producto o servicio. Los impuestos especiales y las tasas municipales se llevarán otro tanto, de manera que un mileurista pasará a ser un trescientoseurista bajo la sabia batuta de Iglesias, Errejón, Bescansa y Monedero, expertos en gestión de los asuntos públicos, como han demostrado fehacientemente asesorando a los gobiernos bolivarianos.
Los españoles entraríamos con rapidez en un estado de indigencia venezolano, destino irremediable de todos los países que ponen en práctica los arcaísmos marxistoides y las recetas decimonónicas de estos petulantes insufribles, a los que no se les borra la sonrisa de la cara, convencidos como están de descubrir nuevos mediterráneos cada vez que abren su boquita de piñón. Esta neocasta hará buena a la casta a poco que comience a tocar poder, algo que puede suceder el próximo 24 de mayo si al menos los que pagan impuestos no recuperan algo de sensatez.
Para acabar con la corrupción política pretenden implantar la corrupción estatal, mucho más destructiva porque se hace al amparo del boletín oficial y por mandato de la autoridad. Lo extraño es que otros partidos, que parecían fiables, estén compitiendo con los pablemos en un desafío en el que llevan todas las de perder. Puestos a vaciar el bolsillo de los contribuyentes, la izquierda no tiene rival. Si ya es de la rama bolivariana, es que no merece la pena molestarse siquiera en participar.