Cómo será el trinque de la UGT andaluza que hasta la Junta ha tenido que pedirle –muy educadamente, eso sí– la devolución de subvenciones por importe de casi dos millones de euros, que no es que se hayan aplicado incorrectamente, es que ni los propios dirigentes sindicales tienen la menor idea de en qué se ha podido ir semejante millonada, aunque sea fácil suponerlo. El Gobierno andaluz se suma de este modo a la campaña de desprestigio de los sindicatos de clase alta desatada por la derechona. En eso ha quedado el progresismo, convertido en ariete de las fuerzas reaccionarias para acabar con siglos de conquistas de la clase obrera, sin que a los comunistas del Gobierno andaluz se les caiga la cara de vergüenza.
Para que todos nos hagamos una idea cabal del rigor con que el régimen andaluz maneja los trasvases de fondos entre sus tres pilares de progreso (la Junta, la PSOE y la UGT), el portavoz de la Administración autonómica andaluza ha realizado unas acotaciones muy instructivas a las que no se les ha prestado la debida atención. Miguel Ángel Vázquez ha precisado a preguntas de los periodistas que la Junta no va a revisar la totalidad de las subvenciones públicas entregadas a los compañeros y compañeras de la UGT, sino sólo aquellas "en las que se detecte que hay algo perseguible", porque la Administración, ha enfatizado, "no puede actuar en todos los casos".
Bien, será el Gobierno andaluz el que se ha impuesto esa traba inexplicable, porque todas las Administraciones tienen el deber de revisar todos y cada uno de los expedientes de gasto hasta el último detalle, para asegurarse de que los fondos públicos se manejan con transparencia y pulcritud. En el régimen andaluz, en cambio, la honradez de las fuerzas de progreso es un valor que se da por sentado, para desgracia de los contribuyentes y los fabricantes de marroquinería, que también se han llevado su estacazo.
Así pues, la comunidad autónoma andaluza va a investigar, pero sólo un poquito, para que no se le pueda acusar de ensañamiento sindical. Sin embargo, la cuestión central no es que los compañeros y compañeras de la UGT se hayan pulido en borracheras y artículos de marca falsificados un dinero que tenía otro destino, sino que ese afluente caudaloso de fondos públicos va a seguir inundando las arcas sindicales con la única condición de que los trinques no sean tan desvergonzados. Dimitido el dirigente andaluz de la UGT, y borrados accidentalmente los archivos informáticos que recogían lo más granado de su gestión, no hay ninguna otra responsabilidad que asumir. Ahora, a preparar las solicitudes para los trinques del año próximo y a confiar en que las instrucciones para la confección de las facturas no trasciendan a la prensa como ha ocurrido este año.
Tranquilo, Cándido: aquí está todo controlado.