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Pablo Molina

La dimensión penitencial de la marca ZP

Votar al PSOE de Zapatero es un acto de mal gusto, una excentricidad que sólo pueden permitirse hacer pública a día de hoy los directivos de las ONGs "progresistas" y algunos profesores universitarios.

En función de los merecimientos acreditados por Zapatero desde que llegó al poder, y especialmente en la presente legislatura, sorprende que el PSOE no esté situado en las encuestas en la zona residual donde campan agrupaciones pintorescas como el Partido Contra el Maltrato Animal, los Socialistas Cristianos Internacionalistas o el CDS.

Su resistencia al desplome sólo se explica por la tendencia natural de una parte del electorado a votar al partido que está en el poder, aunque su decisión agrave todavía más la situación personal del afectado. El simpatizante del PSOE es, a estos efectos, el único que vota con rigor estajanovista en contra de sus propios intereses, especialmente si pertenece a la llamada "clase obrera", que es la que más sufre los rigores del socialismo cuando llega al poder, de ahí que Zapatero todavía mantenga alguna esperanza de que el batacazo previsto para mayo del año próximo no sea definitivo.

El continuo baile de ministros en torno a las listas electorales autonómicas en las regiones donde el PSOE puede sellar su destino de cara a las nacionales del año siguiente parece ser la única estrategia con que cuenta Zapatero para detener la sangría de votos que todas las encuestas le auguran. El todavía presidente se empecina en no ver que es él la principal razón de que las perspectivas electorales de su partido sean tan desastrosas incluso en los comicios municipales, donde lo que se ventila tiene muy poco que ver con los grandes asuntos nacionales.

Votar al PSOE de Zapatero es un acto de mal gusto, una excentricidad que sólo pueden permitirse hacer pública a día de hoy los directivos de las ONGs "progresistas" y algunos profesores universitarios, siempre que pertenezcan a un centro público en la rama de humanidades.

ZP es un activo tóxico al que no quieren ver ni en póster los distintos candidatos autonómicos y municipales, lo que viene a recordarnos la etapa final del felipismo. En los estertores del felipato, en efecto, había candidatos a alcalde del PSOE que hacían figurar en el merchandising electoral únicamente su nombre junto al puño y la rosa. "Vota a Juán Pérez" al lado de un puño encapullado era la propaganda electoral en muchos lugares de España, sin la menor referencia a las siglas del partido en cuyas listas se presentaba el candidato, no sea que al elector le vinieran a la mente Roldán, Filesa o Juan Guerra.

No sabemos todavía cómo van a reaccionar las agrupaciones socialistas para quitarse de encima el baldón de la marca ZP, pero penitencias como esa son siempre algo digno de verse. Y en lo que a mí respecta, también de disfrutarse. Quedan todos invitados.

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