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Pablo Molina

Eugenesia contra el supuesto calentamiento

Obras son amores y no buenas razones, así que espero que los promotores de la idea den ejemplo capándose ellos los primeros, a poder ser sin anestesia. Sólo entonces comenzaremos a tomarles en serio.

Los ecologistas por fin hablan claro. Después de algunos años especulando sobre las consecuencias dramáticas de un supuesto calentamiento global, teoría en la que ya sólo creen los presentadores de La Secta, y con todos los gobiernos progresistas legislando para “salvar” al planeta empobreciendo a sus habitantes, llegan ahora a la estación final de su absurdo periplo pidiendo, directamente, acabar con la humanidad. No toda, claro, porque alguien tendrá que quedarse para supervisar el éxito de la medida (ellos, por supuesto, que son los que “entienden”), sino, pongamos, la mitad.

Sorprende que después de una década en que la temperatura global no ha experimentado ningún calentamiento, y un último invierno en el que el grajo ha volado muy bajo con la consecuencia conocida, los ecolocos hayan decidido poner en marcha esta campaña grotesca en la que proponen una “solución final” para los problemas de la Tierra (muerto el hombre se acabó el CO2). Debe ser que las evidencias que están llevando a pensar a muchos científicos que en lugar de calentarse el planeta nos aproximamos a otra etapa glacial son tan abrumadoras, que los fieles de la Iglesia de la Calentología han decidido realizar este último esfuerzo pedagógico para preservar las toneladas de billetes de euro y dólar que reciben anualmente, casi tantas como el jet de Su Goricidad emite de CO2 a la atmósfera.

La idea de reducir drásticamente la humanidad a través de programas de esterilización y control de la natalidad obligatorios ha surgido de una universidad norteamericana, pero a este lado del Atlántico ya hay quien la ha tomado muy en serio. En concreto, un asesor del primer ministro inglés apellidado Porrit, al que desde aquí mando cortesmente a la ídem, es partidario de reducir la población de las islas británicas a la mitad. Malthus proponía lo mismo con la excusa de que el planeta no podía alimentar a tanta gente en el futuro. Sus herederos intelectuales lo hacen para reducir el nivel de CO2 atmosférico, con lo que demuestran haber superado en cretinismo al maestro.

En todo caso, obras son amores y no buenas razones, así que espero que los promotores de la idea den ejemplo capándose ellos los primeros, a poder ser sin anestesia. Sólo entonces comenzaremos a tomarles en serio.

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