La campaña electoral del 21 de diciembre en Cataluña arrancó anoche en La Sexta de manera informal con el debate entre Inés Arrimadas y Marta Rovira organizado por el programa Salvados, presentado y dirigido por Jordi Évole. No fue un debate electoral al uso puesto que la campaña no ha comenzado, pero el encuentro permitió a los espectadores de fuera de Cataluña comprobar, una vez más, el cuajo intelectual e ideológico de los impulsores de la independencia.
Rovira es conocida entre la afición de toda España por sus grandes dificultades para expresarse en lengua española. Su caso es paradigmático del fracaso –es decir del éxito, por lo que al nacionalismo se refiere– del modelo de inmersión lingüística impuesto por Jordi Pujol. Rovira, como le ocurre a varias generaciones de catalanes, entiende aceptablemente el español pero apenas lo conoce, de ahí que dijera chacra en lugar de lacra, como si en vez de un debate político estuviera en un curso de terapias alternativas para sintonizar con la energía universal.
Madame Procés, como comenzaron a llamarla sus propios compañeros de ERC, reconoció una vez más no tener la menor prueba de que Rajoy estuviera dispuesto a sembrar de cadáveres las calles de Cataluña para impedir su independencia, según denunció ella misma en una emisora catalana. Sin embargo, ante la insistencia de Évole, Marta Rovira justificó el escándalo provocado por sus acusaciones infundadas si sirve para que no haya muertos en las calles en un futuro. Es decir, Marta Rovira miente como una bellaca, pero solo para que esa mentira no se convierta en realidad.
Pero el momento más glorioso tuvo lugar cuando el presentador inquirió a la dirigente de ERC por la existencia o no de la República Catalana. Rovira confirmó que Cataluña es una "República declarada, pero no implementada", lo que echa por tierra la estrategia de Junqueras, los Jordis, la Forcadell y el resto de la tropa, que andan asegurando por juzgados y tribunales que la declaración del parlamento catalán fue una coña sin efectos jurídicos y que, por tanto, no cabe hablar de un delito de sedición.
Rovira mintió, fue aplastada en el debate por Arrimadas, protagonizó momentos delirantes (como sus afirmaciones rotundas de que TV3 es la televisión más imparcial de España y que en la escuela catalana no se adoctrina) y puso de manifiesto el asombroso nivel de chifladura en el que ya se mueven los partidarios del prusés. Lo más significativo es que, probablemente, anoche también hizo saltar por los aires las esperanzas del pobre Junqueras de volver a casa por Navidad.