La Iglesia de la Calentología, fundada por Al Gore y financiada por todos los ciudadanos a través de sus gobiernos, está atravesando una etapa de gran incertidumbre a causa del derrumbe de la mayoría de sus dogmas, el principal de los cuales, el origen antropogénico de un inexistente calentamiento global, ya sólo es objeto de creencia por las mentes ramplonas, los académicos del trinque, los ecologistas de la subvención y los políticos con aspiraciones progresistas como la mayoría de los que en España integran el PP.
Los programas electorales con que los principales partidos han concurrido a las elecciones generales del pasado 20 de noviembre incluyen, sin excepción, una profesión de fe calentóloga con la cual justificar la necesidad de una mayor intervención en la economía por parte de esos mismos partidos. Ante la posibilidad de vaciar aún más el bolsillo de los ciudadanos para paliar las futuras consecuencias de una amenaza inexistente, o reconocer que todo es una estafa en la que los más perjudicados han sido los pobres, los políticos se quedan con la primera opción. Cualquier pretexto es válido para acaparar más cuotas de poder, pero al menos deberían aplicarse e inventar otro riesgo planetario más creíble, porque la chorrada del calentamiento no da ya para mucho más.
Es bochornoso que las administraciones públicas dediquen grandes cantidades de dinero público a este asunto, a pesar de haberse descubierto a los propios promotores del calentamiento reconocer en mensajes privados que todo es un burdo montaje organizado para hacer creíble algo que la realidad desmiente por completo.
Los ayuntamientos, especialmente, mantienen programas de gasto dedicados a paliar los efectos del calentamiento global y lo único que han rectificado, a pesar de las evidencias de la estafa, es su denominación. En los inicios de la fiebre calentóloga todos hablaban del "calentamiento global", pero como en medio de una nevada histórica, como las ocurridas recientemente en puntos donde tal fenómeno era desconocido, se hacía difícil esgrimir el aumento de la temperatura terrestre como argumento para trincar más impuestos, las acciones municipales para salvar al planeta pasaron a utilizar el concepto de "cambio climático", mucho más versátil a todos los efectos. Ahora se han pasado todos al timo de la "sostenibilidad", todavía más etéreo, con el cual justifican desde clases de conducción eficiente, por supuesto "gratuitas", hasta los típicos programas de subvenciones para concienciar a niños y mayores sobre los riesgos del desarrollo capitalista, que es en último término de lo que se trata.
En todo este asunto, el único tipo serio vinculado siquiera tangencialmente al mundo de la política ha sido el primo de Rajoy, un señor que desde el principio sospechó que todo esto del calentamiento global era una chorrada para robar a los incautos. Que su pariente lo haga subsecretario de Medio Ambiente. Total, ya que vamos a tener que pagar a un equipo nutrido de burócratas salvadores del planeta, al menos que trinque la pasta un tipo que no insulta a nuestra inteligencia.