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Pablo Molina

El nuevo Ché Guevara

Acaba de visitarnos la reencarnación indigenista de Ernesto Guevara, a quien el presidente boliviano rinde constantes muestras de admiración. Un Che Guevara, eso sí, con el jersey de Freddy Krugger. No es fácil saber qué da más miedo

Lo más inquietante de Evo Morales no es su filosofía política, sino el jersey de rayas que ha lucido en todo momento durante su visita a España. Con esa estética proletaria tirando a bien, recuerda al Alfonso Guerra que prometía en los mítines electorales justicia para los “descamisaos”, mientras su hermano se “encamisaba” lo que no está en los escritos entre cafelito y cafelito. Morales no sería el primer revolucionario que empieza haciendo alarde de su compromiso estético con los desfavorecidos y acaba con una gran fortuna en los bancos suizos; en Hispanoamérica sobran los ejemplos.
 
El discurso que nos ha colocado el presidente boliviano, es la tradicional colección de tópicos con la que el eje marxista sudamericano enardece a la piafante izquierda europea. La soberbia de estos revolucionarios de la ignorancia, les hace cometer gravísimos disparates que hipotecarán a sus países durante varias generaciones. Sus continuas apelaciones a grandes principios abstractos (justicia social, redistribución, revolución, anticapitalismo...) sólo sirven para anestesiar a quienes han de sufrirles, dejándoles inermes frente a la maquinaria de coacción estatal puesta en marcha. Pero lo que los iluminados de izquierda no entienden es que la economía no es una cuestión de buenas intenciones, sino de conocimiento. La sociedad interacciona de una manera natural bajo los principios de propiedad privada, seguridad jurídica y libre comercio. La tendencia humana a seguir esa suerte de piloto automático es tan fuerte, que los experimentos de ingeniería social que han buscado su aniquilación no sólo han fracasado, sino que lo han hecho anegados en sangre. La cosa es bien sencilla: Hay un sistema que proporciona bienestar y riqueza y otro que sólo produce opresión, miseria y corrupción. La elección de uno u otro camino es voluntaria; los efectos de la decisión, en cambio, son ineludibles.
 
La entrevista entre Evo Morales, que lo ignora todo en materia económica, y ZP, que aprendió la ciencia en un par de tardes, ha debido ser antológica. Es una lástima que la discreción de estos encuentros nos prive de conocer las grandes ideas que, sin duda, han surgido a borbotones durante ese apasionante duelo intelectual. Habrá que conformarse entonces con ver sus efectos. De momento se anuncia la condonación de la deuda del país andino con España (¿Será por talante?), pero con el compromiso boliviano de transformarla en gasto educativo. Otra ración de talante, esta vez para Él y sus negocios editoriales de ultramar.
 
Acaba de visitarnos la reencarnación indigenista de Ernesto Guevara, a quien el presidente boliviano rinde constantes muestras de admiración. Un Che Guevara, eso sí, con el jersey de Freddy Krugger. No es fácil saber qué da más miedo.

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