Como todo en esta vida tiene una explicación, también ha de tenerla esa aparente inacción del Partido Popular ante las revelaciones periodísticas que presentan al Gobierno como cómplice de una banda terrorista. El que los socialistas vulneren el Estado de Derecho y traicionen a todos los españoles cuando llegan al poder es algo que ya todos archivamos a beneficio de inventario, pero lo que resulta intrigante es que el PP haya actuado con displicencia culpable durante dos días, para salir tímidamente de ese sopor tan rajoyesco sólo cuando el escándalo mediático se ha tornado monumental.
Aún hoy, cuando los españoles asisten atónitos a la evidencia periodística, corroborada por la secuencia de los hechos, de que el Gobierno ha llegado en sus tratos con la ETA mucho más allá de lo que se puede esperar incluso del PSOE, los populares se limitan a pedir educadamente alguna explicación a Rubalcaba rogándole que por una vez no mienta, ¡a Rubalcaba!, cuando lo que deberían hacer, si escucharan a los que les votan, es exigir inmediatamente su cese y posterior procesamiento, evitando acudir al parlamento hasta que las dos circunstancias, política y judicial, se sustancien en los foros adecuados.
Algo saben en Génova que los demás españoles desconocemos, o bien una mayoría con poder en las altas magistraturas populares está de acuerdo con la forma en que el Gobierno ha llevado este asunto. Esas son las dos únicas posibilidades que surgen de forma intuitiva, porque ni siquiera la torpeza consustancial al equipazo orgánico de Mariano explica el estupor político a que han estado sometidos sus miembros en estos dos últimos días.
Alguien con mucho peso debe estar aconsejando a Rajoy que no se encele en la embestida al capote rubalcábido, tal vez pensando que, en última instancia, si hay una foto final del "conflicto", con dos encapuchados con chapela entregando un tirachinas roto a Mayor Zaragoza y Jimmy Carter, el jefe del PP tiene que estar dentro del encuadre, no sea que Zapatero consiga lo que se ha dado en llamar "la paz" y vuelva a ganar las elecciones.
A mí se me ocurre un nombre, perejil de todas las salsas, que conoce bien estos asuntos porque fue un representante de Aznar en su particular intento de negociación. Sí; es el mismo en quien está pensando ahora mismo usted. No era tan difícil ¿Verdad?