El acuerdo de los socialistas vascos con el PNV va a servir fundamentalmente para dos cosas, a saber: para que los altos cargos del PSE más cercanos a su secretaria general puedan pisar moqueta y prepararse una jubilación de lujo y para dejar claro de una vez que el PSOE, que dejó de ser obrero en los ochenta del siglo pasado, tampoco es ya español. En realidad, la E final de las siglas no respondía a España sino a Estepaís, que es como los socialistas siempre se han referido a la nación española. A los podemitas les provoca arcadas pronunciar la palabra España; a los socialistas sólo les da asco, que para eso son más socialdemócratas que los bolivarianos.
En estos nueve largos meses de negociaciones para formar Gobierno en España, con repetición de elecciones incluida, el PSOE ha mantenido la tesis central de que el Partido Popular es una formación de derechas a la que no se puede dejar gobernar bajo ningún concepto. Pedro Sánchez, honrosísimo sucesor de ZP, cifró en el "no es no" su futuro político con el resultado conocido, pero aún después de su defenestración como secretario general, los socialistas han mantenido su rechazo absoluto al PP, y si hubo un puñado de abstenciones para permitir la investidura de Rajoy fue porque la nueva comisión gestora se empleó a fondo con los diputados y amenazó con hacerles la autocrítica en una habitación sin Estado de Derecho.
Así que los socialistas no pueden pactar con el PP porque es la derechona inmovilista y ellos son el cambio, lo nuevo, lo que está por venir, aunque hayan estado gobernando Estepaís casi dos décadas de las últimas tres. Por eso han decidido asociarse con el PNV, otro partido de nuevo cuño, con gente joven, ideas renovadas y un perfil de izquierdas en el que hasta ahora nadie había reparado.
Lo extraordinario de todo este asunto es que los dirigentes socialistas pueden insultar de forma tan grosera la inteligencia de sus votantes porque estos últimos también creen que defender a España –siquiera pronunciar su nombre– es de fascistas y que, en estos momentos, solo existen dos naciones dignas de consideración, la vasca y la catalana. Los podemitas aseguran que hay otras más: la aragonesa, la galaica y, por supuesto, la andaluza, reciente descubrimiento de Kichita Rodríguez. Pero todo eso son cuestiones discutidas y discutibles que habrá que mirar más detenidamente en su día. Naturalmente, con el listado de puestos vacantes de los gobiernos autonómicos en la mano.