Al final, todo el follón independentista desatado en Cataluña por el gobierno autonómico se solucionará con el establecimiento de un cupo a imitación del vasco y navarro. Es lo que parece desprenderse de las continuas apelaciones del PP a una mejora del sistema de financiación de la comunidad catalana, como si no fueran suficientes las continuas aportaciones de fondos, por encima de lo que establece el actual sistema de financiación autonómico, que el gobierno entrega generosamente en nombre de todos los españoles a ver si así se quedan con nosotros un poquito más.
Mas llama a su ansiado cupo "pacto fiscal" para distinguirse de los vascos, porque también entre los nacionalismos hay clases. Un pacto que, en esencia, se traduce en convertir a los territorios en sujetos fiscales, en lugar de los ciudadanos, para acabar con los presuntos desequilibrios que los nacionalistas han detectado con su peculiar balanza fiscal. Una báscula trucada, claro, porque, puestos a trincar, tampoco van a perder tiempo en otorgar al proceso un marchamo de honorabilidad.
La pela, finalmente, es lo que dará carta de naturaleza a ese nuevo marco de relaciones entre Cataluña y España que el nacionalismo viene exigiendo desde siempre, y de manera acuciante desde que arreció la crisis. Esa, y no otra, es la razón que impulsa a los promotores políticos de la cadeneta del pasado día once, cuyos figurantes de base quedarán arrumbados en la marginalidad en cuanto la casta nacionalista llene la buchaca a costa de la España productiva, que es de lo que se ha tratado siempre en esta monserga lacrimógena con que lleva aburriéndonos –va para cuatro décadas– el nacionalismo catalán.
Con un Partido Popular decidido a transigir con cualquier exigencia nacionalista siempre que no se rebasen ciertos límites semánticos, y un PSOE partidario de todo delirio siempre que socave la unidad nacional, el nuevo cupo en forma de pacto fiscal es sólo cuestión de tiempo. Al final, la cadeneta era para esto. A ver cómo se lo explican unos y otros al bueno de Junqueras, el único que ha actuado en toda esta farsa de buena fe.