En los últimos días ha causado cierto revuelo la aparición en algunas webs islámicas de una carta del encargado de Ben Laden para asuntos iraquíes, al-Zarqawi, en la que cuenta a su jefe las dificultades que está teniendo para llevar a cabo la misión que le fue encomendada.
Al-Zarqawi, celoso seguidor de la religión de la paz, era conocido en los servicios de inteligencia militar de medio mundo como uno de los terroristas más peligrosos, pero su salto a la fama definitivo ocurrió tras la difusión de las imágenes en las que, tocado con una capucha y rodeado de otros creyentes, ejecutaba el ritual coránico destinado a los infieles en la persona del joven estadounidense Nick Berg, que acabó finalmente degollado.
En realidad, la supuesta carta no es más que una nueva traducción del memorando interceptado por la inteligencia norteamericana el pasado mes de febrero, tal y como ya ha sido reconocido por la agencia que difundió este supuesto nuevo mensaje. En aquella ocasión, Abu Musab al-Zarqawi dio rienda suelta a su afición epistolar con un tocho de más de nueve folios —Alá no le dotó con la virtud de la concisión— en el que hacía honor a su condición de fervoroso musulmán con afirmaciones referidas a los hermanos Chiíes:
“son el obstáculo insuperable, la serpiente acechante, el escorpión astuto y malicioso, el espía enemigo y el veneno penetrante”
Así como al estado de los trabajos encargados por el jefazo:
“a pesar de la tibieza de los que nos apoyan, de la deserción de hermanos y de la dureza de estos momentos, Dios (sic) nos ha honrado con grandes daños a nuestro enemigo. Gracias a Dios, en términos de vigilancia, preparación y planeamiento, hemos sido los responsables de todas las operaciones de martirio llevadas a cabo, excepto las ocurridas en el norte. Gracias a Dios, he completado 25 operaciones por ahora, incluidas contra los Chiíes y sus figuras simbólicas, los americanos y sus soldados, la policía y las fuerzas de la coalición.”
Pero Alá somete a sus fieles a las pruebas más duras; “no hay duda de que nuestro campo de acción está estrechándose y que la opresión alrededor de la garganta de los Mujaidines está empezando a apretarse. Con la diseminación del ejército y la policía, nuestro futuro se está volviendo aterrador.” Parece pues, que el líder terrorista no está tan seguro de que Irak se haya convertido en un nuevo Vietnam para las fuerzas de la coalición.
Abu Musab al-Zarqawi es un palestino jordano de 38 años, que alcanzó cierta fama de valeroso luchador en la guerra de Afganistán contra los soviéticos, adonde volvió en 2000 para construir su propia red de campos de entrenamiento y de rutas clandestinas entre aquel país e Irán.
“En sus campos, al-Zarqawi transmitió a sus leales seguidores sus profundos conocimientos en armas químicas y venenos, ordenándoles a continuación que se dispersaran por todo Oriente Medio y Europa. En la semana del 19 de abril pasado, la policía jordana desarticuló un complot financiado y planeado por al-Zarqawi para hacer detonar 20 toneladas de productos químicos y provocar una nube tóxica en peno centro de Amán. La explosión podría haber asesinado a más de 80.000 civiles y destrozado la embajada norteamericana y el cuartel general de la inteligencia jordana. En una cinta de vídeo mostrada por la televisión de Jordania, el cabecilla de la célula confesaba haber seguido cursos de explosivos y de sustancias venenosas de alto nivel, así como haber prometido lealtad a Abu Musab al-Zarqawi, para obedecerle sin cuestionar ninguna orden suya. (…) La biografía de al-Zarqawi demuestra también el uso terrorista de la inmigración ilegal. La investigación acerca de la masacre de Madrid revela continuas conexiones con al-Zarqawi. Un lugarteniente suyo, un marroquí de 16 años llamado Amer el Azizi, planeó el ataque de Madrid, siendo el vínculo clave entre al Qaeda, la red de al-Zarqawi y las células de inmigrantes marroquíes que colocaron las bombas en Madrid. Azizi también organizó y presidió en 2001 la reunión en España en la que Mohamed Atta y los líderes de al Qaeda dieron los últimos retoques al plan del 11 de septiembre.”
Desde el Sahara polvoriento a las junglas de Indonesia una nueva generación de Osamas Ben Laden está emergiendo para ocupar el puesto de los que han sido asesinados, capturados o forzados a ocultarse. Lo que, por cierto, como se dice en el último número de la revista francesa Commentaire, atlantista y liberal, demuestra lo acertada que fue la decisión de Bush de llevar el teatro de la guerra a Irak, pues obligó a no pocos terroristas islámicos a “replegarse” y convertirse en guerrilleros, con lo que, al menos temporalmente, ha obligado a buena parte de ellos a alejarse de occidente.