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Pablo Molina

Bermejillo de Triana

En próximas comparecencias no es descartable que desde la bancada socialista le lancen a Bermejo ramos de flores, una bota de vino o un conejo vivo al terminar su discurso mientras da la vuelta al hemiciclo.

Tenemos un ministro de Justicia divertidísimo y más chulo que un ocho verde pistacho para envidia del resto de países de "nuestro entorno", que ponen en ese delicado puesto a personas aburridas y absolutamente refractarias al "hecho cinegético".

El hecho cinegético propiamente dicho no es algo que preocupe al ministro, aunque éste se haya producido en compañías poco recomendables dada la relevancia institucional de su cargo. En cambio, lo de que le hayan pillado cazando en la comunidad andaluza sin la preceptiva licencia territorial le tiene desolado. No ha aclarado si la multa prevista para este tipo de delitos la pagará él de su bolsillo, correrá a cargo del Sazatornil que organizó el hecho cinegético o se sufragará con el presupuesto del Ministerio, pero dado lo abultado de su cuantía, que puede llegar a los 6.000 euros, tal vez lo más apropiado sería que las asociaciones españolas de caza hicieran una colecta para solventar el contratiempo de uno de sus más destacados compañeros de afición. Bermejo se justifica declarando que "se le pasó", algo que nos ocurre a todos a menudo en otros ámbitos de nuestra vida. A usted le para la Guardia Civil circulando por encima de la velocidad permitida y con decirle al agente "se me pasó mirar el cuentakilómetros" se supone que todo queda arreglado, como hace el ministro de Justicia, que de estas cosas sabe mucho más que un simple sargento de la Benemérita.

En su última comparecencia parlamentaria, en la que los diputados pidieron hasta cuatro veces su dimisión, Fernández Bermejo estaba sólo en la bancada azul, gesto insolidario dónde los haya por parte del resto de componentes del Consejo de ministros que a otro hubiera sumido en una cierta melancolía. Pero no a Mariano Fernández, el gran Bermejo, que después de redondear una faena de aliño fue despedido con aclamaciones de "torero, torero" por parte de los diputados socialistas, a las que se vio obligado a corresponder lanzando un beso al tendido como los grandes matadores en tarde triunfal. En próximas comparecencias no es descartable que desde la bancada socialista le lancen ramos de flores, una bota de vino o un conejo vivo al terminar su discurso mientras da la vuelta al hemiciclo, sobre todo si acierta con el estoque a una pregunta aviesa del grupo popular. Si se afeitara la barba y se hiciera una coletilla, Bermejo pasaría perfectamente por una gloria del toreo, como Antoñete o Curro Romero. Hasta los andares los tiene de artistazo el tío.

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