Acabo de ver el tráiler del último bombazo del cine español, una película titulada After, que promete reventar las taquillas de medio mundo como es costumbre en las producciones financiadas con dinero de los contribuyentes españoles. Si la población del planeta no acude en masa a las salas a ver esta joya del séptimo arte, tendremos que concluir que el mundo actual no merece a nuestros cineastas. Tal vez ni siquiera los merezcamos nosotros, productores forzosos de todas las películas que se ruedan en España.
Las claves para que nuestro cine siga cosechando éxitos, como sin duda ocurrirá con After, son la sabia utilización de los elementos que han hecho de nuestra industria subvencionada un referente internacional en el campo del entretenimiento: tetas a discreción, sexo en los lavabos, consumo masivo de estupefacientes y un elenco de personajes, a cual más progresista, sumidos en espesas reflexiones sobre las miserias de la realidad contemporánea.
Entre el trío protagonista de la película destaca Guillermo Toledo, Willy, de cuya rica vida interior y sólidas convicciones venimos teniendo pruebas abundantes desde que decidió que había que echar a la derecha del poder a cuenta de la guerra de Irak. Esta semana ha participado en una conversación con los lectores de un diario nacional y de nuevo ha exhibido un alto grado de solvencia intelectual tal y como sospechábamos. Sostiene Willy que Zapatero no es de izquierdas, como lo demuestra el hecho de que está siguiendo una política "neoconservadora, capitalista y ultraliberal", en lugar de la saludable ortodoxia marxista que tanta riqueza y bienestar ha llevado a los pueblos que han tenido la suerte de disfrutarla.
Terrible desdicha la de Willy, obligado a vivir de nuestro bolsillo sufriendo los rigores del capitalismo salvaje, aunque tal vez esta situación vital sea la que le permite bordar los personajes arrebatados que exige el cine español actual.
Nuestros creadores pretenden reflejar en sus obras la realidad de la sociedad contemporánea, pero, ¿no será que lo único que expresan son sus propias miserias personales? Lo digo porque de ser cierto que los señores y señoras de cuarenta años necesitan emborracharse y drogarse hasta las trancas para evadirse de la realidad que los agobia, llegará un momento en que no haya contribuyentes en número suficiente para financiar los servicios básicos del Estado, con el cine subvencionado en primer lugar, y eso es algo que ningún país se puede permitir. Ni siquiera la ultraliberal y neoconservadora España de ZP.