La extrema izquierda ha tenido siempre una relación conflictiva con la higiene. Más que alergia a la limpieza corporal, lo suyo es una reacción psicosomática ante el agua y el jabón como la de Supermán cuando le acercan un trozo de kriptonita. Si el mal del nacionalismo se cura viajando, el ultraizquierdismo contumaz mejora mucho cuando se incorporan a la rutina diaria determinados hábitos higiénicos. El champú y la piedra pómez, son, a estos efectos, como la lectura de los clásicos: civilizan un huevo.
Marx produjo toneladas de papeles llenos de terribles maldiciones apocalípticas, en parte por el sufrimiento que le producían sus numerosos forúnculos anales (prácticamente una superestructura fistular), fruto de su escaso trato con el agua jabonosa. Así escribía luego lo que escribía.
Por otro lado, las posiciones políticas extremas, las tendencias totalitarias y las actitudes pueriles supuestamente contestatarias que algunos mantienen a lo largo de gran parte de su vida (generalmente hasta que empiezan a pagar impuestos), configuran un cuadro clínico que la moderna ciencia médica atribuye al llamado síndrome de Pick, caracterizado por una degeneración del tejido nervioso del lóbulo temporal. La hidrofobia militante podría ser, tal vez, una secuela de la enfermedad y por tanto susceptible, no de un tratamiento doctrinal, sino farmacológico.
No quiero decir que sea éste el problema de los integrantes del grupo musical de moda entre el separatismo catalán, que seguramente son bellísimas personas y ni hieden ni nada. Pero es que cuando uno frecuenta ciertos ambientes, suele somatizar los comportamientos que actúan como catalizador grupal y acaba convirtiéndose en una ameba indistinguible del resto de la masa. Empieza uno haciendo apología musical del asesinato y termina por perder el espíritu revolucionario. Porque la cancioncita con que el grupo musical está conmemorando el 250 aniversario del nacimiento de Mozart es cualquier cosa menos un monumento al espíritu transgresor que se le supone al movimiento punk, pues atacar a Federico Jiménez Losantos en CACalandia, una vez abierta la veda, no es de revolucionarios sino de pelotas genuflexos.
Ahora bien, si se trata de una estrategia comercial hay que descubrirse ante el ingenio de esta muchachada: Este verano se forrarán haciendo bolos en las fiestas mayores de los pueblos de Cataluña controlados por los nacionalistas. Si es que queda alguno que no lo esté.