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Pablo Casado

Punto de inflexión

Aunque Rajoy descarte acertadamente la autocomplacencia, la nueva generación de reformas supone un claro punto de inflexión en la salida de la crisis.

Como recordó ayer el propio Rajoy a Rubalcaba en el Debate del Estado de la Nación, destruir es mucho más rápido y fácil que construir. Después de un año de encontrarse el edificio en ruinas que dejó el Partido Socialista, el Gobierno ha conseguido desescombrar, cimentar y apuntalar la estructura en estos meses, algo menos vistoso pero imprescindible antes de empezar a tabicar, alicatar y pintar en este segundo año de legislatura. Por eso, aunque el presidente del Gobierno descarte acertadamente la autocomplacencia, su anunciada nueva generación de reformas supone un claro punto de inflexión en la salida de la crisis.

En poco más de un año de gestión Mariano Rajoy ha conseguido embridar un déficit público desbocado con el anuncio de que no habrá sobrepasado el 7%, ha puesto en marcha las dos grandes reformas estructurales del sistema financiero y el mercado laboral y ha garantizado la sostenibilidad del estado del bienestar con medidas de ahorro sanitario y farmacológico, con la subida de las pensiones y con la prolongación de las ayudas al desempleo.

Para los próximos meses el Gobierno centrará todos sus esfuerzos en combatir el paro con una ambiciosa agenda de reformas para fomentar la competitividad, el crecimiento económico y la creación de empleo. Para ello se destinan 45.000 millones de euros a nuevas líneas de crédito para empresas y autónomos, se amplía el plan de pago a proveedores, se anuncian bonificaciones en las cuotas de la Seguridad Social para emprendedores y trabajadores jóvenes y se pone fecha a la tan esperada cadencia del ingreso del IVA hasta el cobro de las facturas. También en este ejercicio se culminará la reforma de las administraciones públicas, la educación, el sector energético y el mercado único.

El segundo eje del Debate fueron las medias anunciadas por el presidente del Gobierno contra la corrupción, que incluyen desde la modificación del Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal, para penalizar más y con mayor rapidez cualquier delito de esta índole, hasta la aprobación de la ley de transparencia, que afectará también a los partidos políticos, y las leyes orgánicas de control de la actividad económica de los partidos y la reguladora del ejercicio de las funciones políticas.

Frente a toda esta batería reformista, el líder de la oposición se abrazó a la demagogia más pueril y a los tópicos más anaftalinados de la izquierda, sin ofrecer ninguna alternativa. Quizá por su debilidad interna, que Rajoy le recordó al dejar su petición de dimisión para sus compañeros socialistas. O por el reconocimiento de su nefasta gestión en el Gobierno: "Maldita sea, por qué no arreglamos aquello", llegó a decir en el tema de los desahucios, aunque bien podría aplicarse a todo el resto de políticas. El caso es que después de varias semanas con la oposición jugando al regate corto dentro de nuestro área para intentar forzar penalti, el Debate del Estado de la Nación ha supuesto un pase al centro del campo para empezar el contraataque, no contra una oposición cada vez más irresponsable, sino contra una crisis económica que ya empieza a perder el partido.

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