El Gobierno de Madrid proyecta una reforma del sistema sanitario con el fin de asegurar su sostenibilidad manteniendo su carácter universal, gratuito para el usuario y de calidad. Para ello se requieren cambios profundos en las formas de gestión, introducir elementos dinámicos de colaboración publico-privada, competencia y libertad de elección.
Esto es lo que hace ya un tiempo hizo Suecia, país de Estado de Bienestar modélico, amplias aspiraciones solidarias y resultados médicos que de lejos superan a los españoles. Los objetivos de la reforma sanitaria sueca eran hacer sostenible y más eficiente la función pública sanitaria y dar libertad de elección de los pacientes entre una amplia diversidad de proveedores, para que aquéllos fueran en última instancia quién recibiría el dinero (si bien hay que decir que no se contemplaba la competencia de precios y que la demanda estaba subsidiada). Al haber mucha oferta, el consumidor selecciona al gestor sanitario que ofrece los mejores servicios y la mayor calidad. Esto implica una gran tarea pública de total transparencia informativa y libertad de empresa. El resultado es que se crea un incentivo para que el gestor sanitario otorgue el mejor servicio posible para atraerse y conservar pacientes.
Esos grandes cambios se lograron sin huelgas ni encierros, sino con el apoyo de los sindicatos y un gran acuerdo político. Los trabajadores no se atrincheraron en la defensa del statu quo, y ello se debió a que no eran funcionarios con empleos vitalicios y demás prebendas. Eran y son como todos los demás trabajadores en Suecia, por eso no se embarcaron en una lucha reaccionaria contra el cambio.
En Madrid pasa todo lo contrario, y quienes luchan contra el cambio, es decir, contra la sostenibilidad del sistema sanitario, nos quieren convencer de que lo hacen por el bien de los pacientes. Es mentira y lo saben, pues entiendo que no desconocerán las transformaciones experimentadas en ese Estado del Bienestar modélico que es Suecia. Agitan demagógicamente el fantasma de la privatización a fin de aterrorizar a la gente, induciéndola a creer que los que no tengan recursos serán dejados en la calle y morirán sin atención médica. Pero saben muy bien que lo que el Gobierno de Madrid pretende hacer es algo muy distinto a la privatización, y que se está inspirando, precisamente, en los cambios modernizadores llevados a cabo en Suecia. El problema es que el cambio podría poner en cuestión el privilegio de sus contratos vitalicios, y por eso están dispuestos a mentir y a dejar en la calle a los pacientes con sus huelgas. Es decir, los pacientes les interesan bien poco, ya que son capaces de traicionar su compromiso ético por sus mezquinos intereses.
"Lo público es lo mejor". Detractores acérrimos de la gestión público-privada, continúan creyendo y repitiendo, como un mantra, que España tiene el mejor sistema del mundo en su categoría. Parecen creer que es posible tener un sistema sanitario con recursos inagotables, y no se enteran de que justamente por eso viven en uno de los países con peor acceso a la atención especializada. España ocupa el puesto 33 –de 35– en accesibilidad en el informe Euro Health Consumer Index 2012.
Esto demuestra que la sanidad no debe ser un proyecto gestionado por funcionarios, tampoco un proyecto ideológico o de partido, menos aún una tierra de nadie en la que campen por sus respetos determinados intereses, la irrealidad, el populismo y los dogmas. La mejora de la sanidad tiene que ser un objetivo nacional y serio. Ha de llegarse a acuerdos básicos para lograr su sostenibilidad.