La extraña conformación de parejas observada y estudiada recientemente en una colonia de Albatros de Laysan (Phoebastria inmutabilis) en las Islas Hawai ha sorprendido a los científicos. Los estudios sobre este curioso caso se han publicado en Proceedings of the Royal Society. Esta es la principal conclusión: El 31% de las parejas de la colonia reproductora está formado por dos hembras.
El profesor Juan Ignacio Pérez, de la Universidad del País Vasco, se hace eco de este estudio en uno de sus interesantes artículos divulgativos. Realmente el tema mueve a la reflexión, que no debe apartarse del terreno exclusivamente científico.
¿Para qué parejas de hembras?
Hay que comenzar por aclarar que la estructura demográfica de esta singular población muestra una importante anomalía: es notablemente superior el número de hembras al de machos. Conviene también recordar que los albatros, como otras aves marinas costeras, crían en colonias constantemente amenazadas por diversos predadores, especialmente en aquellos lugares en que el hombre ha introducido las ratas, y que la defensa del huevo y del pollo debe ser constante e infatigable.
Con estos precedentes observamos que al formarse las colonias de cría hay hembras que son fecundadas por machos ya apareados, y por tanto promiscuos. Cuando dichas hembras ponen el huevo y comienzan su incubación y defensa otra hembra se asocia, formándose así parejas, doblemente femeninas, que se complementarán en la incubación y posterior crianza del pollo.
Más curioso aún: si la hembra consorte pone a su vez un huevo, éste será abandonado. Hay que concentrar todos los esfuerzos en la supervivencia del primero.
No parece sencillo evitar la extrapolación del fenómeno a otras especies, con inclusión de las más evolucionadas. Toda generalización nos desviaría del enfoque real de una pauta de conducta reproductora de esta colonia de albatros, desde luego insólita, pero explicable desde el punto de vista científico.
En Biología evolutiva no seguiríamos adelante sin responder a la siguiente pregunta: ¿es buena esta asociación de dos hembras para la supervivencia de las crías? Afortunadamente la colonia se ha estudiado lo suficiente para poder responderla. La parejas hembra-hembra sacan adelante un 77% menos de pollos que las parejas heterosexuales, lo que no está nada mal. Desde luego es un complemento de tasa reproductora para la colectividad que viene a compensar la baja proporción de machos, y aunque el parámetro que por regla general marcará el índice de crecimiento de una población es el número de hembras, en este caso la asociación en parejas de las que no habían obtenido consorte masculino parece evolutivamente satisfactoria.
Un fenómeno poco frecuente en aves
En el mundo de las aves, la mortalidad en hembras adultas suele ser muy superior a la de los machos, principalmente a causa del esfuerzo reproductor que supone la elaboración y puesta de los huevos, así que lo normal es que exista un excedente de machos que no consiguen acceder a un territorio de cría. La colonia de Hawai, con excedente de hembras, es por tanto verdaderamente anómala.
Los riesgos que corren los machos al mostrar ostentosos sus mejores galas en el cortejo correspondiente a la época de celo, hacen que en muchas especies este desequilibrio se corrija parcialmente, al ser atrapados por los predadores los imprudentes galanes con preferencia a las camufladas hembras. Todo ello con la salvedad de múltiples excepciones, pero con todo, al final suele ser válida la regla de la superioridad masculina en número de ejemplares. El caso de la colonia de Hawai basa su excepcionalidad en la incorporación constante de nuevas hembras procedentes de colonias limítrofes.
¿Hay verdadera sexualidad en el fenómeno?
A riesgo de provocar la decepción de quienes puedan buscar conclusiones sensacionalistas sobre supuesto "lesbianismo aviar", parece que las conclusiones del estudio no permiten hablar de un verdadero fenómeno de homosexualidad, en este caso femenina. La formación de parejas hembra-hembra es una asociación para la protección y defensa de las crías, más comparable al compromiso social, que muchas especies establecen para ello, que a una verdadera relación de cortejo, cópula y cuidados maternales. No olvidemos que la naturaleza ha previsto hasta "guarderías infantiles", en el caso de muchas colonias de murciélagos. Todo con tal de evitar la mortalidad infantil que superando un valor crítico haría inviable la persistencia del grupo.
La crianza colonial también establece reglas especiales. No podemos considerar que haya ausencia de estímulos masculinos en las parejas hembra-hembra puesto que la proximidad de machos de otras parejas de la numerosa bandada permite a las hembras, apareadas con otras, escuchar las voces masculinas y contemplar los plumajes de celo de aquéllos. El comportamiento de los animales agrupados suele diferir bastante del de las especies estrictamente solitarias.
La falta de macho en grupos de aves gregarias sí puede producir la asunción de roles masculinos en hembras que pretenden ganar en estatus social. El fenómeno puede comprobarse sencillamente observando la actividad de un gallinero en el que faltan los estímulos, visuales y auditivos del gallo. Las hembras inentarán ascender hasta la posición alfa y llegarán a adoptar actitudes agresivas y canturreos masculinos para conseguirlo. Después cada una incubará individualmente su puesta, de manera que el fenómeno es completamente diferente al de las gaviotas hawaianas.
Si queremos ahorranos el largo viaje hasta el Archipiélago Pacífico, los amantes de la etología pueden obtener bastante información del comportamiento reproductor de las aves simplemente observando a una pareja de canarios en pleno celo. Cuando la hembra llega al territorio del macho, es decir a la jaula de cría, éste sólo ve en ella a un competidor por el territorio, al que trata de expulsar mediante violentos ataques acompañados de excitadísimos accesos de canto. La hembra aplaca esta agresividad mediante maniobras de distracción, como simular comer o tratar de huir y en caso extremo adoptará actitudes infantiles, piando como un polluelo y solicitando comida. El truco suele funcionar, y si el macho comienza alimentarla, la cópula, la convivencia y la nidificación estarán muy próximas.
Volviendo a nuestras gaviotas iniciales, aclaremos que la formación de parejas femeninas no suele tener lugar de por vida. Al año siguiente estas parejas pueden separarse, buscando cada una de sus componentes un macho o dejando una temporada de descanso, en una especie de "barbecho" en el que recuperarán las energías gastadas en el esfuerzo reproductor. Sin duda la colonia hawaiana ofrece un ejemplo original e interesante sobre la importancia de pasar los genes recibidos a una nueva generación, y hay que agradecer al Profesor Juan Ignacio Pérez sus muy interesantes trabajos de divulgación de la fisiología y la etología del mundo animal.