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Miguel del Pino

Animales en el circo

Los tiempos cambian, y el trato a los animales afortunadamente también, pero por favor: no abusemos del término “ecológico”.

Los tiempos cambian, y el trato a los animales afortunadamente también, pero por favor: no abusemos del término “ecológico”.
Un león en un circo | Cordon

Las Fiestas Navideñas, proclives a la nostalgia y la evocación del pasado, estaban hasta hace muy pocos años inevitablemente asociadas a la visita con los niños al Circo, y no faltaban instalaciones ambulantes llenas del encanto y también del oropel y de la miseria oculta que, dadas sus dificultades para sobrevivir, solían justificar el viejo mito del payaso que sólo ríe en la pista.

Y en aquellos circos era inevitable la presencia de animales, y a veces de las más extrañas especies que pueda imaginarse.

Animales extraños y animales artistas

Los que éramos niños en el Madrid de los años cincuenta pudimos ver en los zoos ambulantes del circo al "misterioso tamandúa" de las selvas del Orinoco, a los más "feroces" felinos, al "hombre de las selvas", léase orangután, y al “hipopótamo que pesa tres mil kilos y que consume al día más de trescientos kilos de patatas”, así rezaba el cartel anunciador de la roulotte, milagrosamente convertida en piscina donde , era verdad, se alojaba el gigantesco paquidermo. Estos milagros ocurrían en la mismísima Plaza de Dalí, al lado de lo que es hoy el moderno Palacio de deportes.

Aquellas instalaciones para las llamadas "fieras" del circo, y no digamos las carpas donde se alojaban a veces diez o doce elefantes encadenados por una pata en espera de salir a la pista, o los carromatos convertidos en jaulas para los felinos, causarían hoy día un verdadero escándalo ecologista, hay que reconocer que justificado; pero el circo, en su conjunto, rezumaba inocencia, trabajo duro y arte, mucho arte, que se extendía también a los animales estrella. No nos extraña que el gran escritor y periodista Alfredo Marqueríe escribiera aquello de "El que más noches de circo tenga en su haber es el que primero entra en el Reino de los Cielos"

No nos olvidaremos de los caballos, casi siempre bellísimos y extraordinariamente domados, capaces de reproducir en el pequeño círculo de la pista las más maravillosas piruetas y proezas de la doma de alta escuela, o de galopar mientras su domador volteaba sobre su lomo como podría hacer el mejor especialista en doblaje de western.

Gracias al circo, en este caso al estable Circo de Price de la Plaza del Rey, vimos por primera vez en Madrid los caballos lipizanos de la Escuela vienesa de equitación: un verdadero lujo.

¿Y qué decir de los perros artistas? Posiblemente eran los más felices de todo el zoológico circense, especialmente cuando se daba paso al inefable partido de fútbol en la pista. Un montón de perros jugando con un balón con su entrenador haciendo de árbitro supone el paradigma del bienestar canino.

¿Circos sin animales?

Pero no todo transcurría felizmente fuera de la pista, y la nueva mentalidad de protección de los animales y de la naturaleza llegó hasta este mundillo y lo transformó. Hoy sería totalmente reprobable la presencia en los circos de grandes primates, que fueron los primeros en ser agraciados por la prohibición de su mantenimiento en este tipo de cautividad. Algunas ejemplares asociaciones se hicieron cargo de los últimos chimpancés "artistas" para procurarles una vida en semi-libertad y soñar con su posible, o más bien utópica, reintroducción en la naturaleza.

Los elefantes son los siguientes en la lista de animales que deben pasar a pertenecer al pasado de la historia del circo. Solían pasar la mayor parte de la jornada encadenados y terminaban por desarrollar conductas estereotipadas y auténticos "tics". También algunos de ellos han sido reintroducidos en el hábitat natural, y las escenas de su liberación en Parques Naturales de sus países de origen han dado la vuelta al mundo en YouTube impresionando por su ternura y por el maravilloso mensaje de libertad que transmiten. En algunas cosas vamos mejorando.

Los felinos son objeto de controversia. Aparentemente su agresividad es fingida y cada zarpazo que lanzan a su domador está cuidadosamente ensayado, sin embargo no hay que olvidar sus instintos naturales que siempre implicarán peligro para quienes los manejan. Las historia de los "domadores de fieras" está plagada de accidentes, a veces mortales, aunque la compenetración entre fiera y hombre suele ser tan grande que bien pudiéramos en muchos casos hablar de verdadero afecto mutuo.

Mis contactos con domadores de los circos visitantes en Madrid durante mi etapa de conservador del Zoo, entonces llamado "Zoo de la Casa de Campo", me permiten desmentir el mito del domador maltratador de animales. Puedo dar testimonio tanto de la compenetración con sus fieras como del cariño que profesaban a sus compañeros de pista los domadores y sus ayudantes. También de sus grandes conocimientos, que se ponían a prueba cuando les consultábamos sobre algún problema concreto del mantenimiento o de la crianza de nuestros felinos. Del gran Alfred Beautur aprendimos que las mejores madres adoptivas para felinos abandonados son las perras de caza tipo setter, es decir, de tamaño mediano a grande.

Creemos sinceramente que los animales desaparecerán paulatinamente de las pistas de los circos y que esto forma parte de un proceso natural ante la nueva postura del hombre de la ciudad ante el mundo de los animales. Ahora bien ¿es correcto llamar "circo ecológico" a un circo sin animales? Ecología es vida, no ausencia de vida, pero es posible que el clásico circo con caballos, perros y fieras debe dar paso a otro tipo de espectáculo completamente diferente, donde puede haber mucho arte, no cabe duda, pero que tiene de ecológico lo que las inertes dunas del desierto marciano.

Los tiempos cambian, y el trato a los animales afortunadamente también, pero por favor: no abusemos del término "ecológico".

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