Tremendo panorama el que se refleja en este paper de Pinjas Inbari, del Jerusalem Center for Public Affairs, sobre el desmoronamiento de la Autoridad Palestina (AP) en la denominada Margen Occidental (del río Jordán). La AP, refiere y alerta Inbari, está perdiendo el control de buena y sensible parte del territorio, en un proceso de desintegración que puede derivar en un colapso similar al registrado en los lugares que peor han llevado el paso del ciclón Primavera Árabe. Piensen en Libia. O en Siria.
En esa Palestina que más que un Estado parece escenario de un drama distópico, Hebrón está volviendo incluso institucionalmente al tribalismo y dando la espalda a Ramala para ponerse de cara a Amán, a cuyo monarca los caudillos locales no trepidan en rendir pleitesía. Por lo que hace a la propia Ramala, capital de facto de la AP, vive inmersa en una lucha entre la vieja guardia tunecina, protagonista de los Acuerdos de Oslo, y una élite local tan antiisraelí como Mahmud y sus sicarios pero aún más mimada por esa Europa que sin vergüenza trata a Israel como el apestado judío de entre las naciones. En cuanto a la turbulenta Nablus, padece el flagelo de los Mártires de Al Aqsa, gang terrorista que martiriza a una población muy harta y cuyas explosiones de rabia remiten a imágenes –de neumáticos quemados cortando las calles– que allí suelen asociarse a la legendaria Primera Intifada. En Nablus se habla sin reparos del desmantelamiento de la AP y, como en Hebrón, desentierran el tribalismo y la idea de la confederación con Jordania.
En la Margen hobbesiana, el palestino fanatizado es un lobo para el palestino fanatizado; todo el mundo habla mal de todo el mundo y todos llevan razón, que diría el otro. Esa tierra yerma es una jungla. Hasta el correligionario es enemigo, como saben de sobra en Fatah, donde el tiempo que no dedican a cazar al Otro lo dedican a despellejarse. En esta atmósfera sórdida, cuando emerge alguien que parece estar en otra cosa, por ejemplo en poner las bases de ese Estado palestino que no se le cae de la boca a ninguno de los que no hacen más que ponerle dinamita en los cimientos, saltan todas las alarmas y se hace lo que sea para sacarlo de en medio. Ahí está el caso de Salam Fayad, nuestro hombre en Ramala, al que los que no pueden ser más ladrones pretenden ultimar ¡en nombre de la lucha contra la corrupción! Fayad, que cede pero no se deja, por su parte podría estar a partir un piñón con alguien que podría ser su exacto opuesto, el abominable Marwán Barguti, que purga cinco cadenas perpetuas en Israel por su papel protagónico en la terrorífica Segunda Intifada de los terroristas suicidas en los restaurantes y las pizzerías. Así que abajo esa moral y no perdamos la desesperanza.
En esta Palestina que no aparece en la prensa israelófoba, que trata a los palestinos como mero material de desecho de carne y hueso, los camiones cisterna que transportan gasolina lucen pegatinas con suplicantes “No disparen”. Sobre este erial, sobre esta escombrera de odio y cleptómana incompetencia, ni siquiera puede sostenerse una Autoridad como la que preside el descalificable Abás, cuyo mandato democrático de cuatro años expiró en 2009: pronto estaremos en 2017.
Imagínense entonces un Estado.