Ayer veía un titular en el telediario: "A la alarma nuclear se le suman 13.000 muertos". El pasado viernes el mayor terremoto de la historia de Japón hizo que todas las centrales nucleares se apagaran tal como está previsto y diseñado que hagan. Una hora después, un devastador tsunami destrozó toda la costa oeste del norte de Japón, incluyendo los generadores diésel de emergencia de la central de Fukushima Dai-ichi.
Sin energía proveniente del exterior y sin generadores diésel, pasadas unas horas, el reactor número 1 comenzó a calentarse. Horas después, la primera explosión de hidrógeno alarmaba al mundo y hacía hervir las redacciones de la prensa occidental. Los problemas continuaron en los reactores 2 y 3, donde varias explosiones de hidrógeno siguieron a la primera. Por si no fuera bastante, las piscinas de combustible gastado se sumaron a este cúmulo de despropósitos desatado por la naturaleza.
Varias decenas de héroes han conseguido estabilizar los tres reactores mientras sólo unos pocos creíamos en ellos. Permanecieron en su central, porque han estado media vida en ella, porque sus hogares están en los alrededores, porque los primeros evacuados fueron sus familias, porque a algunos no les queda nada... y aún así siguen inyectando agua con una manguera. Y cuando el tsunami les había quitado todo, vosotros, la prensa occidental, considerasteis que no era suficiente. Les quitasteis el honor, que es como quitarles el alma. Les acusasteis de huir, les tachasteis de cobardes. Cuando supisteis que era mentira, que no se habían ido, les llamasteis kamikazes.
Allí siguen, en Fukushima, donde el mar se llevó casi todo, en el epicentro de la mentira. Ayer veía un titular en el telediario, un titular de la prensa frívola: "A la alarma nuclear se le suman 13.000 muertos".