La designación vía mensaje de móvil de Jaime Mayor Oreja como candidato por el PP para las elecciones europeas de esta primavera es, con mucho, el asunto más sorprendente y más misterioso desde que Rajoy decidió renovar el partido de él para abajo, sin incluirse él. Es simplemente contradictorio con todo lo que ha hecho el PP hasta el día cinco de enero.
Vayamos por partes. La elección de don Jaime es una maldad porque cuenta con la propiedad del voto. Es cierto lo que dice Juan Carlos Girauta; por desgracia, la única forma de que Rajoy y su equipo vayan desalojando es la derrota electoral estrepitosa. El escarnio de María San Gil, el desastre del PP de Cataluña, el maltrato a Manuel Pizarro o una lista de cosas y cosillas, como que la secretaria general del partido cante "agua para todos" en Murcia, y "no me toquen el Tajo" en su circunscripción, serían suficientes para castigar al PP en unas elecciones que, excepto cuando algún valiente acude al Parlamento Europeo para algo más que a echar horas, el pueblo sospecha que son prescindibles. Pero ese voto de castigo es muy difícil que surja. La prueba es el voto al PSOE, y no me extenderé que me da para un coleccionable; pero también el voto al PP. Yo lo viví estando en Ciudadanos que, por supuesto, pescaba lo justo de la izquierda. Una cosa es que fuera un partido muy simpático y percibido como valiente, y otra es que el votante del PP le diera el voto; recuerden las municipales de 2007. Y con eso cuentan en el PP. Además, "desastre electoral estrepitoso" es un concepto discutido y discutible.
Ya veremos si la presencia de Mayor Oreja impide a UPyD crecer a costa del PP, si crece a costa de la izquierda, o si la izquierda, como hasta la fecha, prefiere seguir siendo izquierda a ser española.
También creo que esta designación es de cobardes, o de poco valientes, como prefieran, porque si presumimos de nuevo equipo y nuevas formas, presenten ustedes a uno de los suyos, a ver qué tal. Estaría bien que algunos se descolgaran de la chepa del líder y pusieran su careto en un cartel. Presenten a un simpático o a una amable, o alguno de los líderes locales que han sido elegidos por el noventa por ciento o más de los votos. Por ejemplo, presenten al señor alcalde de Madrid, que tiene tanto tirón entre la izquierda.
Ya se ha comentado, como diría SúperGarcía, por activa y por pasiva; si el resultado es bueno, gana el PP, y si es malo, pierden los duros y la Cope. Eso es tener más cara que un caballo, como también lo es –si es cierto lo que se ha filtrado– intentar controlar su mensaje "para que sea más moderado". No me imagino a Mayor Oreja renegando de las manifestaciones de la anterior legislatura –el franquismo puro y duro que dijo el luchador antifranquista Don Jesús–, ni tratando a María San Gil o a Ortega Lara con desprecio, ni haciendo el canelo por miedo a un editorial de los que, al menos, "no nos tratan mal". Por eso cuesta tanto entender por qué motivo Mayor Oreja ha aceptado el encargo y no ha mandado a esparragar al Comité Electoral. Aunque, si buscan en el diccionario "político decente", les sale una foto de Mayor Oreja, para desgracia de Iñaki Gabilondo y sus guionistas. Así que, sin que sirva de precedente, si en algún político se puede confiar es en él y sus motivos tendrá para aceptar, aunque yo los desconozco.
Y cuesta entender por qué se han decidido por él, después de lo que han hecho hasta hoy. Les expliqué mi encuentro con un "oficialista" que me arreó con el manual de campaña; pues ale, a la basura con el manual y a descargarse las actualizaciones.