Si esto fuera algo parecido a un Estado de derecho, los robos de seis o más ceros y su relación con la política se finiquitaban con una cadena perpetua y tres o cuatro dimisiones de por vida. Y si no, les recuerdo al amigo Madoff, al que prácticamente le confirmaron la condena vía sms, como el borrador de la Renta; cierto es que reconocer los hechos o, mejor dicho, sorprenderse de que no le pillaran antes, redujo los trámites procesales a la mitad. Aquí nadie tiene duda de que el señor Félix Millet lo tiene muy difícil para dar con sus huesos en la cárcel –sí, sí, lo han leído ustedes bien–; la edad y que el juicio se celebrará no antes del 2016 así lo presagian.
Además, recuerden que se está celebrando el juicio de los amigos del señor Borrell, aproximadamente una década después de los hechos, o más, y que va a durar no menos de siete meses; el juicio. Luego ya veremos cuándo llega la sentencia y cuándo las de los recursos. Y, puestos a hacer memoria, aquel caso que unía terrorismo fiscal y vista gorda, no sólo no acabó con la carrera de Borrell, sino que fue el número uno del PSOE a las elecciones europeas de 2004 y presidente del Parlamento Europeo. Así dimito yo también. Estoy por pedirle a alguien de mi familia que se implique en un caso de corrupción, a ver si relanzo mi carrera política que está chunga.
Y lo dicho es aplicable a los informes, a las externalizaciones abusivas, a los Gürtel y a los del Jaguar.
Tan mala como la corrupción de los políticos o a su alrededor, es la corrupción ideológica de socialistas y populares en Cataluña. Posiblemente, porque en ambos casos con una se trate de esconder la otra. Como muestra, los dos saraos vergonzosos que ambas organizaciones montaron el fin de semana pasado y lo que ambos en comandita van a hacer con la ley de educación de Cataluña. Unos hacen nacionalismo con los votos del PSOE y otros quieren entregar el poder al nacionalismo con los votos del PP.
Los socialistas en Cataluña tienen un único discurso; es más, lo tienen plastificado para que no se les manche y se lo pasan entre ellos. Otra vez hemos soportado el lamentable espectáculo de oír a los nacionalistas sobrevenidos, Montilla y la señora Chacón, repetir que el PP es anticatalán. ¿Algo más? Pues no, gracias. Si el PP estuviera dirigido por personas dispuestas a defender a sus votantes –futuros exvotantes– y no por Alicia Sánchez Camacho, les recordaría a éstos que incitar al odio es delito en España. Aunque, claro, como los del PP dijeron la chorrada del examen de valencianidad de Leire Pajín, están como para quejarse de que les acusen de anticatalanidad. Cierto es que a Leire le iría bien pasar algún examen, aunque fuera de valencianidad; mejor que de derecho internacional, ¿verdad?
Y los que, como les decía, han caído en la corrupción traicionera son Rajoy, Moragas y la señora Camacho. Han vuelto a mentir. Dijeron que no iban a impugnar la ley de educación de Cataluña –aprobada y cocinada por el PSC y que se aplicará gracias al PP– por prudencia, esperando a que el Constitucional dijera algo del estatuto de Cataluña, pero no aclararon qué harían si se les acababa el plazo. El caso es que tienen hasta el jueves para impugnar la ley y no lo van a hacer. Se lo pidieron Daniel Sirera, Elorriaga y otros muchos, como publicaba ayer Libertad Digital.
Eso sí, ambos partidos se han mostrado asqueadísimos por el caso del Palau. No os digo yo lo que pienso para que no me conteste Tere Cunillera.