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Maite Nolla

Permiso para aterrizar

El tiempo y las circunstancias le han permitido a Aznar vengarse y dejarle un recordatorio. Utilicen ustedes el dicho que quieran: el de la venganza se sirve fría, el de los renglones torcidos o el de a cada marranillo.

Aznar se la tenía guardada a Zapatero y se la ha devuelto. Tenía guardada ésta y diez o doce más. Aznar pensó en su momento que Zapatero podía ser una alternativa más o menos civilizada, hasta que la realidad y el personaje le demostraron otra cosa. Con el tiempo hemos sabido que la política de Zapatero para el País Vasco no era la de Nicolás Redondo Terreros, que no creía en el Pacto por las Libertades, que mentía cuando decía que bajar impuestos era de izquierdas y que su política se basaba en enfrentar a los españoles y sacarles lo peor. Y el tiempo y las circunstancias le han permitido a Aznar vengarse y dejarle un recordatorio. Utilicen ustedes el dicho que quieran: el de la venganza se sirve fría, el de los renglones torcidos o el de a cada marranillo. Un ajuste de cuentas, en definitiva, por los dos años de Zapatero pancartero, por los seis en el Gobierno y por darle la vuelta a España como a un calcetín.

La verdad es que las visitas de Zapatero a Marruecos en su día y la de Aznar a Melilla del otro día no son comparables. No son comparables porque uno se fue a Marruecos a rendir honores al sultán y el otro visitó una ciudad española; ubicada en África, sí, pero española. Y por más que una lo intenta, les tengo que reconocer que soy incapaz de comprender por qué la visita de un político español a una ciudad de España se considera una provocación. Es más, al margen de los titulares de Cuatro o de La Sexta, del tipo "El PP y Aznar aumentan la tensión en Melilla", he repasado las declaraciones de los miembros del Gobierno y del partido socialista para intentar profundizar en el tema. He buscado en Google las obras completas de Gaspar Zarrías, a ver si había escrito algo previamente sobre la cuestión y la geoestrategia, y nada. Considerar la visita de Aznar a Melilla como una provocación es aceptar el lenguaje de la dictadura marroquí. O el de los batasunos cuando hablan de la selección española en Vitoria. Igual al señor Zarrías o a la vicepresidenta del Gobierno les ha poseído el PSC, poseído a su vez por el nacionalismo. Les digo esto porque hace un tiempo un dirigente del PSC llegó a decir que después de la sentencia del estatuto Zapatero no era bienvenido en Cataluña, que no deja de ser una versión de lo mismo.

Nadie sabe muy bien cuál ha sido el origen de la crisis, ni de qué iba esto, ni cómo se ha solucionado, pero si las relaciones diplomáticas españolas exigen que el ex presidente del Gobierno no pueda visitar Melilla y que necesite poco menos que un permiso del Gobierno para aterrizar, es que estamos incluso peor de lo que pensábamos.

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