Veo los cárteles del PP en mi ciudad, y allí que está la foto de un señor de sesenta y ocho años, que acumula veinte como diputado, y que pide a la gente que se "sume al cambio", y me afecta al píloro. Y que conste que yo estoy muy a favor; salvando la rencilla personal de que me resulta complicado votar a un partido que no me considera lo suficientemente guay como para ser afiliada, yo también me sumo al cambio. Realmente, visto el debate del lunes, la mera posibilidad de que España cambie a Zapatero por Rubalcaba pone los pelos de punta. Y es que al final, cuando votas, no tienes tantas variables.
Si las encuestas aciertan –y como siempre se ha dicho–, que el PP gane vendrá propiciado por el buenísimo o extraordinario resultado que se prevé que conseguirá en Cataluña. Lo cual plantea un debate curioso, que, como es fin de semana y la campaña está un poco aburrida, espero que les interese. Yo creo que si el PP consigue ser la segunda fuerza en Cataluña en las elecciones del día 20, será porque la corriente también llega a Cataluña. Vamos, que el avance del PP en Barcelona se explicaría por lo mismo que en Castilla-La Mancha o en Aragón. Y que conste que ya sé que me pueden acusar de hereje por comparar a una nacionalidad histórica con unas meras regiones sin identidad.
Pero la discusión viene por otro sitio. Me refiero a que hace cuatro años –tres y pico– ante el arrase de Chacón mucho analista madrileño se planteó la necesidad de que el PP adaptara su discurso a la "realidad catalana", bajo riesgo de no ganar en la vida si no se mejoraba en Cataluña. Desde luego si prestamos atención al discurso del auténtico líder del PP de Cataluña, Jorge Fernández Díaz, él sí está siguiendo esas directrices: su postura sobre la inmersión, el pacto fiscal o las críticas de esta misma semana a su propio partido por lo que se hizo cuando el teatro estatutario, son más que un abrazo al catalanismo integrador. Con lo que ya tenemos dos circunstancias que explican el avance y gran éxito del PP de Cataluña en estas elecciones: la crisis y la moderación ante el nacionalismo. Lo que sucede es que la propaganda sigue haciendo creer que la que se pensó que era la líder del PP de Cataluña, Alicia Sánchez-Camacho, ha consolidado al partido, precisamente, por todo lo contrario de lo que dice Jorge Fernández. Vamos, que lo que les planteo es que o una cosa u otra. O el PP avanzará por la crisis y su relajación, o por la crisis y su firmeza; pero no por las dos cosas, a riesgo de tratar al votante de majara. Y la solución puede que la tenga un señor de Unió. Gerona es la única provincia de España en la que el PP no tiene representación, entre otras cosas porque Alicia fue cabeza de cartel en 2008. Y el PP éste de la firmeza presenta por Gerona a Enric Millo, exdiputado de Unió. Si el PP consigue con un nacionalista un diputado donde en 2008 Alicia no pudo hacerlo, tendrán ustedes la respuesta. Aunque a lo mejor la crisis explica que a la gente le dé igual que el PP presente a un nacionalista por Gerona. Yo, por si acaso, me voy sumando al cambio, no fuera a ser.