Ya saben que sobre la relación con Cataluña de ese ente indeterminado que es Madrid existen dos teorías: una que tiene que ver con su capacidad para dar cobijo a un solo tonto más y otra que pone de manifiesto que en ningún sitio de España se defiende tanto al nacionalismo catalán como en Madrid. Así que leer por ahí que "CiU evita que Cataluña debata su independencia en el Parlament", aunque sea un dato objetivo, encuentra acomodo en ambas tesis. Entiendo, con todo el respeto del mundo, que casi mejor hubiera sido titular que CiU juega a independentista los fines de semana y cuando es gratis, y se abstiene cuando va la cosa un poco en serio. De todas formas, como supongo que habrán leído ustedes centenares de artículos sobre las consecuencias de la confirmación del dato súper sorprendente de que en Cataluña, más o menos, el veinte por ciento de los que pueden votar son independentistas, les ahorraré el artículo centésimo primero que se pregunte por qué si eso es así, el nacionalismo funciona con una hegemonía aplastante en esta mi tierra.
Lo que sí resulta interesante es que se está produciendo una campaña que pretende autenticar el pedigrí independentista, pese a que nada nuevo surge de este proceso retransmitido en directo por la tevetrés. Es decir, si la cifra es la que es y es la que ha sido siempre, no se entiende muy bien que esta confirmación de lo mismo envalentone a nadie. Pero el caso es que existe una especie de limpieza de sangre entre nacionalistas que ya se ha cobrado dos víctimas por el camino: Carmen Chacón y Duran i Lleida. Aunque la realidad les sitúa en lo que piensa la inmensa mayoría de los que pueden votar en Cataluña, ambos han sido objeto de las iras de los independentistas, para satisfacción de los sectores minoritarios no nacionalistas. Por una parte, a Carmen Chacón, la mujer que arrasó en las generales de 2008, la delfina de Zapatero, el hombre que trajo el Estatuto que ninguno de estos –ni de nosotros– pudo soñar jamás, y la que calificó al PP de anticatalán por recurrirlo, su escaqueo del proceso de consultas le ha costado que el finísimo Puigcercós la califique como "una española de origen catalán". Y a Duran i Lleida, el funambulismo socialcristiano le ha supuesto que en su propio partido pidan su dimisión por su "antiindependentismo". Como pueden comprender, no voy a salir a defender aquí a la pareja. Al fin y al cabo tienen, no sé si lo que se merecen, pero desde luego lo que han deseado a los demás. A disfrutarlo.