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Maite Nolla

¡Inútil, inútil!

Los manifestantes se plantaron a las puertas del Congreso al grito de ¡inútil, inútil!, provocando el desconcierto entre sus señorías: el insulto en cuestión cayó como una bomba de racimo pudiendo dirigirse contra muchos y muchas.

Les contaba la semana pasada que los sindicatos oficiales catalanes y los partidos que gobiernan en Cataluña se manifestaron contra ellos mismos, aunque descubrí una errata en el escrito; el lema no fue “Cemento Portland contra la crisis” sino “Para jeta, la nuestra”. De todas formas, gracias a esa manifestación, comparándola con la que se convocó por los autónomos a las puertas del Congreso, he descubierto que entre Madrid y Barcelona hay algunas diferencias, sin contar con que en Madrid se debe votar a Esperanza Aguirre y que en Barcelona no es recomendable votar a Alicia Sánchez-Camacho. La diferencia principal es que en Barcelona se manifiestan contra la crisis los que la provocan y en Madrid los que la sufren. También he descubierto que en Madrid un insulto es suficiente y tiene más efecto que casi dos centenares de improperios. Lo digo porque Arcadi Espada se ha convertido en el intelectual  acreditadamente más insultado por el nacionalismo catalán, superando ampliamente a sus rivales Federico Jiménez Losantos y Albert Boadella. Yo a Arcadi Espada le reprocho que no quisiera ser diputado y que esté a favor del canon digital, pero ni siquiera eso justifica tanto insulto y la encerrona que le prepararon. Un abrazo para usted, Arcadi.

La cosa es que los manifestantes legítimos –no los cara duras de Vía Laietana–, se plantaron a las puertas del Congreso al grito de ¡inútil, inútil!, provocando el desconcierto entre sus señorías. Teniendo en cuenta la composición del hemiciclo, el insulto en cuestión cayó como una bomba de racimo pudiendo dirigirse contra muchos y muchas. ¡Mujer, se referían a Zapatero!, dirán ustedes; bueno, de eso no hay constancia alguna.

Por ejemplo, puede ser que se refirieran a los líderes del nacionalismo catalán en el Congreso, Carmen Chacón y Celestino Corbacho. Respecto a la primera, pese a que su metedura de pata haya perjudicado a España, “decepcionando profundamente” a los americanos y  convirtiendo a España en un “aliado poco fiable”, como no hay mal que por bien no venga, parece que hasta el sector Prisa de la izquierda no está dispuesto a tragar con este personaje como sucesora de Zapatero, y eso es un alivio. El otro nacionalista, Corbacho, indisolublemente unido a Maravillas Rojo, es el peor ministro de Trabajo que hemos tenido y tendremos y, oigan, inútil es un calificativo bastante suave teniendo en cuenta los números.

Aunque la inutilidad puede referirse no sólo a la gestión, sino a la propia existencia del cargo; el Ministerio de la Vivienda y el de Igualdad son objetivamente inútiles, al margen de la actuación de sus titulares. O puede referirse a pasarse años y años en el Congreso sin hacer nada más que aplaudir, como la actual vicepresidenta de la cámara, la leridana Tere Cunillera.

Y de ello no se libra tampoco la oposición. De inútil puede calificarse lo dicho por la portavoz de Defensa, que ha devenido imperiosamente prescindible. También es inútil lo que hizo el PP, que atrajo a la política a personajes de gran relevancia y valía y les tiene viendo los debates desde la grada, aunque en este caso la inutilidad sea atribuible a los que les marginan.

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