Menú
UNA CRISIS Y CINCO ERRORES

La solución liberal a la quiebra bancaria

Existen determinados momentos en que la libertad y los derechos fundamentales de los individuos se ven seriamente cercenados por la intervención del poder público: un golpe de estado, una revolución de tintes totalitarios, el estallido de una guerra o la llegada de una gran crisis económica.

Existen determinados momentos en que la libertad y los derechos fundamentales de los individuos se ven seriamente cercenados por la intervención del poder público: un golpe de estado, una revolución de tintes totalitarios, el estallido de una guerra o la llegada de una gran crisis económica.
Desde hace casi dos años, la economía mundial vive inmersa en una crisis financiera y económica de grandes dimensiones, y gobiernos y partidos de todo color político coinciden en culpar al libre mercado y a la maldita desregulación de todos los males. "Más Estado y menos mercado", es el mantra que, una y otra vez, se repite cada vez que se habla de soluciones. Pero ¿tiene consistencia? Carlos Rodríguez Braun y Juan Ramón Rallo responden de forma clara, concisa y sencilla a esta cuestión fundamental.

Una crisis y cinco errores es una obra que nace con un único objetivo: desmontar, una a una, las supuestas causas y falsas soluciones que surgen por doquier. Y lo consigue, vaya si lo consigue. En apenas 125 páginas, Braun y Rallo, haciendo uso de una prosa didáctica y fluida, desenmascaran de forma contundente e incontestable las profundas falacias y las nefastas políticas que los distintos gobiernos pretenden vender a sus gobernados. Estructurada en cinco breves capítulos, Una crisis y cinco errores es una obra esencial para comprender no sólo cómo hemos llegado hasta aquí, sino los perniciosos efectos que producirán las medidas puestas en marcha por los poderes públicos.

El ultraliberalismo, la codicia, el capitalismo salvaje y la desregulación son los chivos expiatorios que emplea la mayoría de políticos y economistas para explicar el estallido de la crisis. Sin embargo, la evidencia de los datos y la solidez teórica que emplean Braun y Rallo acaban demostrando la falsedad de tales argumentos.

¿El liberalismo es culpable? El peso del Estado y de las Administraciones Públicas, tanto en el ámbito civil como en el económico, no ha hecho más que crecer en las últimas décadas. La presión fiscal sobre el Producto Interior Bruto (PIB) ha aumentado en casi todos los países del mundo, incluido, por supuesto, Estados Unidos. ¿Es que acaso se ha reducido el Estado de Bienestar? "Ese Estado redistribuidor no se contrajo en ninguna parte", anotan los autores; y añaden que en España, de hecho, "aumentó significativamente". "Cualquier medida del gasto redistributivo –sanidad, educación, pensiones– lo prueba sin asomo de duda".

Además, el peso de la regulación pública no ha dejado de crecer; ha ampliado su radio de acción y ha penetrado en esferas hasta hace poco del dominio exclusivo de los individuos, como la forma en que éstos comen, beben, conducen y fuman.

Vaya. Entonces, habrá sido culpa de la codicia, ¿no? Los especuladores, los ejecutivos y los crueles banqueros han provocado la crisis con su actitud egoísta y avariciosa, a costa de los indefensos y humildes trabajadores, ¿verdad? El problema, en este caso, es que para que surja una burbuja especulativa es necesario que se dispare la demanda de determinados bienes o servicios. En países como Estados Unidos o España es evidente que tal exceso de consumo e inversión se concentró en los activos inmobiliarios, cuyo precio parecía que jamás iba a dejar de subir.

Para alimentar la burbuja ha sido necesario que un gran número de ciudadanos se hayan tenido que endeudar en exceso, es decir, vivir por encima de sus posibilidades. Dicho proceso no habría sido posible sin unos tipos de interés excesivamente bajos gracias a la política monetaria "llevada a cabo por [esas] entidades públicas y monopólicas llamadas bancos centrales".

Así pues, resulta del todo absurdo entregar dinero prácticamente gratis a la gente para que especule en el mercado (vivienda o bolsa, por ejemplo) y luego reprochar a esa misma gente que se haya endeudado en exceso. Además, si bien la burbuja financiera permitió el cobro de comisiones y beneficios extraordinarios entre la elite financiera, nada tuvo esto que ver con los ciudadanos libres, "y todo (…) con sus autoridades" públicas. Braun y Rallo explican que el auténtico problema moral radica en la permanente desconfianza de los políticos hacia la obtención de ganancias en los negocios. Y es que "no hay nada nocivo en el beneficio empresarial como tampoco lo hay en el salario de los trabajadores".

Visto lo visto, la culpa ha de ser entonces del libre mercado, arguyen muchos. Pues tampoco. La banca y las finanzas conforman el sector económico más intervenido. De hecho, el negocio bancario cuenta con una serie de privilegios propios y exclusivos. Es precisamente aquí, en la explicación del funcionamiento de la banca, donde estas páginas resultan más valiosas.

Una crisis y cinco errores aplica una perspectiva de análisis novedosa y muy poco conocida. La supervivencia de la banca depende "fundamentalmente de que el Estado intervenga día a día en la economía", y Braun y Rallo explican magistralmente por qué el sistema financiero se mueve permanentemente en los umbrales de la insolvencia. Los bancos se endeudan a muy corto plazo e invierten a largo, con el fin de extender el crédito. Es lo que, en el ámbito de la economía, se conoce como descalce de plazos. Los bancos emplean los depósitos a la vista para conceder créditos; es decir: el dinero de las cuentas corrientes, que en cualquier momento puede ser retirado por los clientes (deuda), es invertido en préstamos o hipotecas a muy largo plazo.

Así, "si un día los clientes decidieran retirar más del 2% de los fondos que tienen depositados", el banco de marras "sería incapaz de pagarles" y entraría en suspensión de pagos. La banca es el único sector privado que opera con este sistema de riesgo constante de quiebra. Sin embargo, la banca central –brazo financiero del Estado– presta de forma periódica el dinero necesario para que las entidades puedan seguir atendiendo sus múltiples obligaciones a corto plazo, "a la espera de que sus inversiones a largo plazo generen el efectivo esperado".

La trampa del sistema radica en que un mismo volumen de dinero es empleado, a la vez, por dos agentes distintos: el ahorrador y el inversor. Dicho sistema genera graves efectos sobre la economía real. Gracias a la bajada artificial de tipos aplicada por los bancos centrales en los últimos años y a que éstos ejercen de prestamista de última instancia, las entidades pueden extender el crédito sin necesidad de que exista un ahorro previo suficiente y, además, sin riesgo de entrar en quiebra.

La abundancia de dinero fácil permite emprender muchos proyectos que tan sólo son rentables al calor del crédito barato. Todo el mundo se endeuda, dando origen así a las burbujas (tecnológicas, inmobiliarias, etc.), que tarde o temprano terminan por estallar. Cuando los tipos suben –"y subirán"– se descubre que muchos de esos proyectos son inviables; la morosidad se dispara y los bancos acaban quedándose con bienes y activos cuyos precios estaban hinchados, lo que a su vez da lugar a las temidas insolvencias bancarias.

En este punto, la obra aborda el desarrollo de la actual crisis financiera, que, finalmente, ha acabado provocando una recesión a escala mundial. Lo interesante es la óptica que emplean Braun y Rallo para explicar el particular proceso de insolvencia generalizada que, como un virus, ha terminado por contagiar al sistema financiero internacional. Los hechos son de sobra conocidos: el valor de esta obra radica en la potencia y solidez teórica del análisis del proceso.

¿Libre mercado? ¿Dónde? La intervención monetaria y los privilegios públicos de los que goza la banca son propios del sistema de planificación central que rige en el ámbito financiero, y que con periodicidad manifiesta provoca etapas de expansión y crisis en las economías desarrolladas.

Tras el colapso, el Estado acude al rescate con el fin de que el sistema no se desmorone. En la actualidad, los gobiernos están auxiliando a los bancos con inyecciones de dinero público. La nacionalización bancaria es un hecho. "No hay alternativa", nos dicen. Una vez más, este libro descubre al lector una perspectiva inédita: es posible rescatar a la banca sin necesidad de intervención y de derrochar recursos públicos. Braun y Rallo ofrecen una "alternativa diferente" al tiempo que novedosa.

Cuando una empresa quiebra, sus accionistas lo pierden todo, mientras que sus acreedores ocupan una posición preferente a la hora de cobrar. Pues si un banco está en riesgo, sus depositantes a largo plazo (acreedores) "deberían convertirse en los nuevos accionistas"; de modo que si la entidad sobrevive y vuelve a ser rentable, éstos puedan revender sus acciones y recuperar la totalidad de su inversión, incluso con ganancias.

"Con esto ya se lograría una recapitalización adecuada de los bancos para seguir funcionando sin dinero público", escriben nuestros autores. En su búsqueda de beneficios, las entidades se acabarían salvando, mientras que una banca nacionalizada operaría bajo arbitrarios criterios políticos y, por lo tanto, correría el riesgo de dilapidar los recursos de los contribuyentes. Una opción, simplemente, magistral desde la visión liberal pura.

El último capítulo está dedicado a desmontar el mito del gasto público para estimular la economía y generar empleo. La falacia es, nuevamente, manifiesta. Tales medidas acaban por disparar el déficit y la deuda. Se trata de un despilfarro sufragado íntegramente por los contribuyentes. De este modo, el Estado merma un ahorro privado que es esencial para iniciar cuanto antes la ansiada recuperación económica.

La liquidación de las malas inversiones acometidas durante una burbuja, así como el ajuste de los precios relativos y de la estructura productiva, es clave para volver a crecer sobre unas bases sólidas. El inevitable y doloroso proceso que conlleva la superación de una crisis económica será más rápido y corto en ausencia de injerencias y cortapisas gubernamentales. En caso contrario, existe el riesgo de repetir errores pasados, tal y como aconteció en Japón a finales del siglo pasado o durante la Gran Depresión de los años 30.

En Una crisis y cinco errores el lector descubrirá de la mano de dos maestros –ambos son profesores universitarios y prestigiosos analistas económicos– una forma totalmente distinta de observar la difícil realidad que nos rodea. Es éste un libro que ayuda a entender cómo y por qué surgió esta crisis, y que propone recetas eficaces para combatirla. Una magnífica exposición que, sin duda, representa una luz, un faro de conocimiento en un mundo lleno de falacias, mentiras y falsos culpables.


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN y JUAN RAMÓN RALLO: UNA CRISIS Y CINCO ERRORES. Lid (Madrid), 2009, 125 páginas.
0
comentarios