Naturalmente, son millones los seres humanos que desconocen por completo a quienes desgobiernan sus vidas; se diría que, como el viejo tirano, los burócratas de las instituciones europeas no sólo están escondidos en sus covachuelas sino que tampoco dan razón de sus decisiones. Tan escondidos y emboscados se hallan los burócratas de la Unión, que los ciudadanos europeos apenas saben nada de lo que esta gente hace. No sabemos quiénes son ni cuáles son los nombres básicos de sus fortalezas. Nos cuesta incluso distinguir el nombre del presidente del Consejo Europeo del presidente del Consejo de la Unión Europea.
La UE es algo brumoso, oscuro, que a veces localizamos en Bruselas, Estrasburgo y Luxemburgo. En verdad, nadie sabe el nombre de las instituciones de la UE, salvo los miembros de la casta política que han abandonado, definitivamente, su noble profesión de políticos para convertirse en pérfidos burócratas que desconocen por completo la maquinaria institucional a la que han entregado sus pobres vidas. Asesinado el arte de la política, de la vida política, todo puede pasar. El poético libro que me inspira estas líneas sugiere una verdad que vemos en la vida cotidiana de los europeos: nadie en su sano juicio democrático cree que las instituciones europeas puedan sacarnos del atolladero social, económico y cultural en que nos encontramos. Expresado dramáticamente: millones de seres humanos constatan cada día que la Unión Europea es inviable.
La pacífica burocracia de sus instituciones no conseguirá eludir la causa principal de su derrota: el déficit democrático. La UE está construida de espaldas a sus ciudadanos, o peor, estos son tratados antes como súbditos que como seres libres. La política, como la filosofía, siempre se venga de quienes la niegan. Aquí tienen una prueba más del poderío del arte de la política. Los burócratas de la política han querido unificar los conflictos, las costumbres, las ideas y las creencias de las naciones de Europa sin recurrir a la política, especialmente al método democrático, pero han fracasado. Los señores burócratas de la UE han vuelto a caer en la misma soberbia que destruyó a los grandes imperios: "La sobreexpansión y las contradicciones internas son las causas de su fracaso".
He ahí la principal conclusión que extrae Hans Magnus Enzensberger de su ensayo El gentil monstruo de Bruselas o Europa bajo tutela. La democracia política, como en otros tiempos, volverá a vengarse de quienes han tratado unificar formas de vida diversas: "Las instituciones que quieren cortar a Europa por el mismo patrón y colonizar nuestro mundo cotidiano nos obstaculizan más de lo que nos sirven. Rabian por normalizarnos. La unidad es buena, pero la diversidad es mejor". "Por favor", concluye su libro el ensayista alemán, "déjennos en paz con sus superfluas directivas."
Las múltiples tentativas uniformadoras del continente europeo siempre fracasaron. De acuerdo con ese juicio histórico, Enzensberger construye un relato realista sobre la inviabilidad de la Unión sin el respeto a los ciudadanos. Se ha fabulado mucho sobre la idea de una Europa integrada a través de un banco central independiente. Tampoco se han dejado de escribir historias imaginarias acerca de los orígenes radicalmente antidemocráticos de la idea europeísta. La fabulación, la imaginación y, en fin, todos los relatos ideológicos que se han escrito en torno a la UE son imprescindibles para discutir qué está pasando en la UE, pero el libro de Enzensberger aporta una novedad: su poético realismo. Los hechos que aportan son irrebatibles.
Estamos ante un texto sencillo, sí, pero su argumento central es la clave de la filosofía política de nuestra época: el totalitarismo inserto en las formas de vida aparentemente democráticas está acabando con la UE. Sí, sí, Enzensberger expresa con la rotundidad del buen verso que la tragedia de Europa no es otra que "la incapacitación política de los ciudadanos" por unos pacíficos burócratas, que desconocen incluso el más elemental sentido de la noción de dignidad humana. La burocracia de la UE no quiere ciudadanos sino siervos voluntarios.
H. M. ENZENSBERGER: EL GENTIL MONSTRUO DE BRUSELAS O EUROPA BAJO TUTELA. Anagrama (Barcelona), 2012, 109 páginas. Traducción de Richard Gross.