La razón, una vez más, es fácilmente explicable: Lugones se inició como socialista y se erigió por un tiempo en uno de esos mitos de la izquierda, pero acabó apoyando el fascismo. ¿Cómo puede un hombre de izquierdas convertirse en fascista? Hoy sabemos que lo uno no anda tan lejos de lo otro. Ante eso, lo mejor para la izquierda es silenciar al poeta, ignorarlo o atacarlo.
La evolución ideológica de Leopoldo Lugones partió de un socialismo cercano al anarquismo anticlerical, desarrollado especialmente entre 1896 y 1903, que fue sustituyendo paulatinamente por su sana creencia en el liberalismo. Rubén Darío –líder de los modernistas– había conocido al joven Lugones en Buenos Aires.
Allí le había dedicado una amable semblanza a modo de crónica periodística ('Un poeta socialista. Leopoldo Lugones'), donde sugería los errores de esas ideas socialistas, aunque entreviendo ya el futuro liberal que había en Lugones, así como el alto valor artístico de su poesía, mezclada con su gran nobleza y bondad personal, más allá de los radicalismos de la falsa revolución social.
Años después, el lógico avance de Lugones hacia el auténtico ideario liberal no sentó nada bien en el seno de la izquierda socialista, hasta el punto de que el poeta argentino fue expulsado del Partido Socialista "por inconsecuencia". La medida suscitó la protesta del escritor, al haber sido éste el fundador de uno de los primeros centros socialistas en la Argentina.
Su amplia y bien documentada decepción con el socialismo le llevó, en 1922, a declararse antimarxista en las páginas del diario La Nación y a burlarse del marxismo como filosofía política letal. En su talante impulsivo, su obsesión nacionalista lo alejó cada vez más de sus ideas liberales, hasta mostrar un desencanto ante la democracia cercano a posturas ligadas al ultranacionalismo argentino.
En pocos meses radicalizó sus posiciones, hasta alcanzar el gran escándalo de 1923, cuando pronunció una conferencia en Buenos Aires titulada 'Ante la doble amenaza'. Sus ideas llegaron a simpatizar con una suerte de fascismo de corte italiano, lo que le llevará, en 1930, a participar en la conspiración militar a favor del general José F. Uriburu, quien detentó el poder durante dos años para acabar con la crisis institucional y política argentina. Hubo varios partidos que apoyaron ese golpe, entre ellos el conservador, así como –aunque no se suela indicar– los socialistas independientes.
Es en este giro ideológico donde cabe entender el hecho de que la izquierda, que había elogiado a Lugones en sus inicios por sus afanes anarquistas y socialistas, acabase atacándolo y silenciándolo, en una historia de odio contra su persona y su obra que todavía está hoy por escribirse.
No hay ya duda de que Lugones se negó siempre a recibir los ofrecimientos que le quiso hacer el gobierno militar. Jamás aceptó honores públicos ni prebendas de ninguna clase. Uriburu mismo le ofreció la dirección de la Biblioteca Nacional y Lugones no aceptó, porque su participación política –que hoy reconocemos tan contradictoria– había sido en sincera en su lucha contra la amenaza marxista –la misma que sufría España y Europa en esos años– y completamente desinteresada. En su contradicción y evolución ideológica, Lugones quiso ser un hombre honrado, vehemente y estricto pero auténtico y sincero. Lo fluctuante y extremado de sus opiniones políticas –a ambos lados del espectro ideológico– le generó enemistades que perviven hoy.
En febrero de 1938, decepcionado por la marcha de la historia política argentina y la corrupción pública, así como por la imposibilidad de concretar su relación amorosa con la joven Emilia Cadelago (la "Aglaura" de sus cartas), Lugones se suicidó, mezclando arsénico y whisky en la soledad de un hotel cercano a Buenos Aires. Desde entonces y hasta hoy, Lugones se nos viene presentando en los medios "intelectuales" de la izquierda como el poeta del régimen, el burgués de la derecha, el fascista empedernido. Sin duda, el papel independiente de su hijo como creador de un cuerpo policial represor del comunismo aumentó injustamente los ataques al escritor.
Hizo falta que desapareciera el hombre y el poeta para que su obra fuera considerada con serenidad, entendiéndose sus errores y contradicciones pero valorándose su aportación clave a la historia literaria hispánica, tanto en la poesía –de raíz modernista– como en la prosa –antecedente del mejor cuento fantástico contemporáneo–. No cabe intentar justificar sus radicales posiciones, ni como anarquista socialista anticlerical de filiación marxista ni como defensor del militarismo antidemocrático. Pero lo que sí resulta incuestionable es que, debido a su reacción y giro contra la izquierda, Lugones pagó un precio muy alto en términos de la popularidad política.
Vale aquí recordar como caso parecido lo ocurrido años después con otro argentino: Jorge Luis Borges, que nunca recibió el merecido premio Nobel de Literatura; y todo por cuestiones ideológicas, por su abierta negación y rechazo de la izquierda marxista.
Desde los bastiones más antiliberales de la izquierda marxista Lugones ha sido atacado y, en lo posible, silenciado. Y si desde el oficialismo de la izquierda se ha hablado de él ha sido casi siempre para manipularlo favorablemente, dado su inicial anticlericalismo y su defensa del proletariado, o para atacarlo, con referencias incesantes a su apoyo al catolicismo, al conservadurismo o al militarismo de "la hora de la espada".
Hoy vemos, ya sin lugar a engaños, que el ataque desde la izquierda a ese Lugones "fascista" (y lo mismo a ese "Borges" neoliberal y capitalista) corre paralelo a los elogios permanentes a otros autores que elogiaron y babearon a los más terribles y siniestros asesinos del totalitarismo del siglo XX, desde Stalin a Castro: Pablo Neruda, César Vallejo, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier… y tantos otros.
Coincidamos, por tanto, en que Lugones es un escritor que ideológicamente erró y fue contradictorio, antitético, sorprendente. Sus ideas políticas incluyen tremendos fallos, de los que ninguno estamos exentos, como seres humanos. Pero aceptemos también que vivió esa contradicción permanente no sólo en su ideología, también en su vida misma, en la infinita variedad de intereses culturales. Fue católico pero también practicó el ocultismo y se inició en la masonería. Rezó ante la Biblia pero estudió a Einstein y a Bergson. Alternó entre el paganismo decadente y el amor cortés, vivió entre la fe católica y las dudas de la teosofía. Estudió la mitología grecolatina y propuso una relectura del gaucho Martín Fierro. Elogió el liberalismo de Domingo F. Sarmiento y pronunció exabruptos anarquistas que años después se convertirían en panfletos patrióticos cercanos al militarismo beligerante.
Por eso, entre tanta contradicción y manipulación, nos quedamos con el Lugones poeta, el de esos versos de Los crepúsculos del jardín que ahora cumplen un siglo y que son cimeros de la poesía en lengua española. Desde una raíz simbolista, estamos ante composiciones que apuntan a la melancolía y a la angustia, pero sobre todo a la búsqueda del amor, como en la serie de sonetos de 'Los doce gozos'.
Es un amor entregado que canta a la vida y a la mujer: "Vuelvo a tus brazos y otra vez me entrego / a la dulce vendimia de tus labios". Es un amor elevándose sobre la realidad hacia lo trascendente, ascensión en un beso sagrado y profano: "Sintiendo que el azul nos impelía / algo de Dios, tu boca con la mía / se unieron en la tarde luminosa, / bajo el caduco sátiro de yeso. / Y como de una cinta milagrosa / ascendí suspendido de tu beso". Es un amor (Eros) asociado ya con la muerte (Thánathos), como respuesta a la vida terrenal: "tus rodillas exangües sobre el plinto / manifestaban la delicia inerte / y a nuestros pies un río de jacinto / corría sin rumor hacia la muerte".
En estos poemas está el mejor Lugones: el que anticipa el Lunario sentimental (1909), donde el argentino revoluciona aún más la poesía a través de un magistral uso renovador del léxico. Lugones es una de las bases fundamentales de las letras hispánicas del siglo XX, y su obra, al margen de las antitéticas ideologías que alentaron los distintos periodos de su creación, cifra y resume todo el proceso de la literatura argentina, como adelanto de figuras claves y universales, incluida la de Borges, que tanto debe a aquél.