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MONTANER REVISITA LOS ESTERTORES DE LA GUERRA FRÍA

Carlos Alberto el Batallador y el pasado presente

"Nada hay más viejo que el periódico de ayer", dicen los que no leen los periódicos, los topitoxicómanos y los que andan enfrascados en la lobotomización del personal: la clericalla progre, los sindicalistos, los políticos de todas las partidas y demás gente de mal vivir. Dicen viejo pero quieren decir deshecho, caduco, pasado de fecha, los muy listos y los muy tontos. No les echen cuenta.

"Nada hay más viejo que el periódico de ayer", dicen los que no leen los periódicos, los topitoxicómanos y los que andan enfrascados en la lobotomización del personal: la clericalla progre, los sindicalistos, los políticos de todas las partidas y demás gente de mal vivir. Dicen viejo pero quieren decir deshecho, caduco, pasado de fecha, los muy listos y los muy tontos. No les echen cuenta.
Si uno se dedica a esto de los papeles no sólo por hacer caja, no sólo por lucir palmito, no por mejor decirle ojitos verdes tienes al mangante de turno, conviene pegarse de vez en cuando una vuelta por el pasado y calibrarse, hacerse un test de coherencia. Y presentar los resultados al –no siempre, no crean– respetable. Hacer lo que ha hecho el maestro Montaner en La última batalla de la Guerra Fría, o sea.

Carlos Alberto el Batallador (hoy en la última de la Guerra Fría; ayer y siempre, en la de ideas contra los castradores) ha repasado los papeles que produjo allá por los últimos 80 y primeros 90, visto en lo que fue, puesto ahora las preceptivas codas y dejado el producto en nuestras manos, para que tomemos y le pongamos nota. Igualito que los ungidos que a diario nos salvan la vida, o nos la cantan.

Hay en estas páginas cincuenta artículos sobre los últimos tiempos del comunismo (que me perdonen la licencia los norcoreanos y los habitantes de la Isla de los Castro), así como un par de ensayos más recientes: "Cómo y por qué se hundió el comunismo" (por qué iba a ser, dijo al cabo con fatiga y un resto de desencanto Alexander Yakovlev: "Porque no se adaptaba a la naturaleza humana"), que ya publicamos en La Ilustración Liberal, y "Cincuenta años de revolución cubana", que también reproduciremos en nuestra revista de pensamiento. Todos ellos sustanciosos. Porque forman e informan. Porque nos ayudan a sacar los recuerdos de su madriguera. Porque contienen vaticinios que se revelaron acertados y otros que, faltaría más, mordieron el polvo ante la realidad y sus trajines. Y –atiendan los que frecuentan las Jaulas Magnas– porque son una lección magistral de columnismo.

Si un semejante con vocación de mosca contable y cojonera me pidiera decantarme por tres de estos cincuenta, quizá le remitiera al 1, al 35 y, desde luego, al 23; o sea, a
– "¿Me vende usted 60.000 computadoras?", donde don Carlos pone el dedo en la llaga del atraso tecnológico crónico de la Patria de los Trabajadores y el Progreso (eso decía la uf, puag intelligentsia): "Moscú es una colonia intelectual de Washington". (Y lo sigue siendo: "Dos décadas más tarde Rusia continúa a la zaga de Occidente en materia técnica y científica [...] Como los países del Tercer Mundo, exporta materias primas –petróleo y gas fundamentalmente– y continúa importando computadoras"); a

– "Alemania, la compasión y el asco", donde prodiga desprecios a los muy infames intelectuales que jalearon, justificaron, encubrieron y cebaron al régimen criminal de la RDA: "(...) dentro de ese mundillo, los más despreciados victimarios son los escritores, porque ellos tenían el don de la palabra. Y la palabra existe para nombrar las cosas, no para ocultarlas. (...) no eran verdaderos intelectuales, críticos y honestos, sino focas amaestradas en el arte del encubrimiento"; y a

– "Elogio y reivindicación del anticomunismo", que merece una y mil reproducciones: "Yo creo que los anticomunistas merecen (...) satisfacciones públicas de los intelectuales, profesores, artistas, periodistas y otros bípedos que durante cuatro décadas los han zaherido. (...) sería suficiente que los difamadores (...), vencidos por la evidencia, reconocieran, corazón adentro, que han vivido equivocados, que han sido injustos. (...) Que gracias a la tenacidad de los anticomunistas (...) hoy el mundo es mejor (...) Que teníamos razón".
¿Pero hay peros que poner a estos escritos?, podría seguir zumbando el semejante de marras. No, le diría, porque sólo hay uno: la perra que cogió in illo tempore el maestro con situar en la izquierda a Yeltsin y compañía y en la derecha a los que se encomendaban a la K de KGB y de Koba para que las cosas volvieran a estar como estaban en lo más crudo de la Guerra Fría. Pase y más: vale, la oposición demócratas-totalitarios; o esta otra: reformistas versus conservadores; incluso hablar de progresistas y reaccionarios. Pero no en ese contexto y así de izquierda y derecha, porque es volver a presuponer que la izquierda no puede ser siniestra. Y por supuesto que puede serlo, como sabe, ay, mejor que tantos Carlos Alberto, en el mejor y más exigente sentido de la expresión un hombre bueno.


CARLOS ALBERTO MONTANER: LA ÚLTIMA BATALLA DE LA GUERRA FRÍA. Gota a Gota (Madrid), 2008, 271 páginas.

MARIO NOYA, director de LD LIBROS. Pinche aquí para acceder al blog del programa.
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