"No más monsieur, no más mister. En el cielo Alá, en la tierra Hitler" (canción popular en boga en el mundo árabe a finales de la década de 1930).
Benjamín Netanyahu causó una gran polémica la semana pasada al declarar que originalmente Adolf Hitler sólo quería expulsar a los judíos de Europa, pero que fue persuadido de exterminarlos por el gran muftí de Jerusalem, Haj Amín el Huseini. Autoridades académicas de Israel, miembros de la sociedad civil, líderes de la oposición política, su propio ministro de Defensa y, por supuesto, referentes palestinos, lo desmintieron. Angela Merkel indicó que la responsabilidad del Holocausto es de Alemania, y el propio premier aclaró posteriormente:
No quise decir que absolvía a Hitler de su responsabilidad, sino que el fundador de la nación palestina quería destruir a los judíos incluso antes de que existiera la ocupación o los asentamientos.
Los políticos cometen gaffes y es bueno que el premier israelí haya corregido su afirmación inicial. Por su parte, era de esperar que los líderes palestinos buscaran castigar a Netanyahu y explotaran políticamente su frase en beneficio propio. Pero deberían cuidarse de no insistir demasiado con el tema, pues el veredicto de la historia a propósito de las actividades pronazis del principal líder palestino durante la Segunda Guerra Mundial es realmente fulminante.
El Tercer Reich invirtió considerable capital en las actividades del muftí y otros dignatarios árabes pronazis. Una porción del presupuesto de la cancillería alemana y de las SS de Heinrich Himmler estaba asignada a financiar actividades árabes pronazis, como las revueltas que el muftí orquestó en 1936 en Palestina. Ya en 1937 Joseph Goebbels saludó la "concienciación nacional y racial" de los árabes y anotó:
En Palestina flamean banderas nazis, y decoran sus casas con esvásticas y retratos de Hitler.
En 1941, Huseini fue recibido en Roma y en Berlín, respectivamente por Mussolini y Hitler. "Hay una similitud definitiva entre los principios del islam y los del nazismo", aseguró el líder palestino. A principios de la década de 1940 estableció un "instituto para la investigación en torno a la cuestión judía en el mundo musulmán", basado en un modelo alemán. En Berlín se alojó en una gran casa de la calle Klopstock que hasta 1939 había sido una escuela hebrea. Desde allí, el muftí supervisó las políticas de propaganda, las operaciones de espionaje, los actos de sabotaje y el reclutamiento de musulmanes para milicias pronazis en países ocupados por el Eje en el norte de África y en Rusia. Tenía a su disposición estaciones de radio en Berlín, Zeissen, Bari, Roma, Tokio y Atenas, desde las cuales difundía la propaganda pronazi hacia el Medio Oriente.
Los cuarteles del muftí en Ginebra y Estambul le permitían desplegar sus actividades de espionaje a lo largo de todo el Medio Oriente, donde tenía agentes en Palestina, Siria e Irak; asimismo, mantenía contactos con agentes de inteligencia alemanes en Turquía. En 1940 solicitó a Alemania que resolviera "la cuestión de [la presencia de] elementos judíos en Palestina y otros países árabes en concordancia con los intereses nacionales y raciales de los árabes y en líneas similares a aquellas empleadas para resolver la cuestión judía en Alemania e Italia". En 1943 Huseini instó al Tercer Reich a que bombardease Tel Aviv y Jerusalem: el ataque debía tener "una gran fuerza" para que tuviera un "efecto duradero". Cuando las tropas de Rommel penetraron en el norte de África, el muftí no ocultó su agrado. En una carta fechada 4 de Julio de 1942, escribió:
Permítame, ‘Führer’, expresarle la sincera alegría del pueblo árabe y mis mejores deseos con ocasión de la victoria del Eje en el norte de África… El pueblo árabe continuará luchando a su lado contra el enemigo común hasta la victoria final.
Alemania correspondió a la cortesía del muftí. En una carta con fecha 2 de noviembre de 1943, Himmler elogiaba la "alianza natural" entre "el nacionalsocialismo de la Gran Alemania y los musulmanes amantes de la libertad de todo el mundo". Anteriormente, en abril de 1942, el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Joachim von Ribbentrop, envió una carta al muftí en la que declaraba que Alemania daría "todo su apoyo a los países árabes oprimidos en su lucha por (…) la destrucción del Hogar Nacional Judío en Palestina".
Desde Berlín, entre 1942 y 1944, Huseini trabajó sin descanso para impedir el rescate de judíos de Hungría, Rumania, Bulgaria y Croacia. Un oficial alemán, Wilhelm Melchers, durante los Juicios de Núremberg:
El muftí era un enemigo fiero de los judíos y no ocultó [que] le gustaría verlos a todos liquidados.
La comunidad judía mundial intentó, infructuosamente, en 1947 llevar al muftí ante el Tribunal de Núremberg como criminal de guerra, a partir de su involucramiento en los planes genocidas hitlerianos. Haj Amín al Huseini murió como hombre libre, por muerte natural, en Beirut en el año 1974.
Netanyahu erró al exagerar la influencia del muftí palestino sobre Hitler durante la guerra. Su aseveración, no obstante, tuvo el beneficio de volver a arrojar luz sobre el papel genocida desempeñado por la máxima autoridad palestina de la época y de forzarnos a recordar cuán añeja es, y qué tan profundamente cala, la hostilidad palestina a la existencia judía en Tierra Santa.