Aunque el título puede resultar engañoso, no pretendo ver al jefe de la oposición encarando a nadie con "la de los ojos negros" y setenta de cañón. Le insto, más bien, a tomar nota pluma en ristre de algunos argumentos, de los que adolece su discurso en la indelegable defensa de la vida. Es más, ésta resulta aún más urgente cuando se trata de la vida de aquel que, imposibilitado por sus circunstancias de lugar y crecimiento, no puede reivindicar su derecho.
El aborto voluntario es una cuestión que debería ser objeto de una profunda reconsideración. En cambio, la ministra Aído, en lugar de afrontarla, opta por declarar unilateralmente superada esta cuestión. Es una estrategia muy usada por la izquierda: ante la falta de argumentos que apoyen la tesis sostenida, se opta por la demagogia más abyecta. Así, doña Bibiana, señala que el debate sobre la consideración ontológica del no nacido se terminó en los ochenta, y todos tan contentos.
No señora ministra. Me produce vergüenza ver cómo un miembro del Gobierno de España despacha con tanta frivolidad, buscando un puñado de votos, una cuestión tan grave. ¿Se ha planteado usted alguna vez qué es un feto? ¿Se han planteado ustedes en algún momento qué puñetas es un preembrión? ¿Conoce usted la antigüedad del término preembrión? ¿Sería usted capaz de señalar un salto evolutivo cualitativo para determinar el cambio en el ser del cigoto a feto o a niño?
Pues no. Sin embargo, lo que más me repugna de esta despenalización de la aniquilación sistemática de inocentes, es que nadie en el Parlamento esgrima un solo argumento de razón para oponerse. Apunte don Mariano: la clave no está en el consentimiento paterno o materno precisado, o no, por la adolescente de dieciséis años. Esto es una cuestión secundaria. La clave está en la realidad del niño/a que crece dentro de una mujer con independencia de la edad de ésta.
La piedra angular de todo el debate no está en el uso más o menos responsable de la sexualidad, que esto es harina de otro costal. El nudo gordiano radica en la condición del no nacido. El no nacido es persona. Esto deberían aprenderlo los niños en los colegios, en lugar de tantas milongas hueras. El no nacido tiene un ADN propio, único y distinto del de su madre, es un ser en formación que pertenece a la especie humana, de lo que se colige necesariamente su condición de persona. Defender lo contrario conlleva la asunción del argumento nazi de que no todo ser humano es persona.
La ley, que preconiza Aído, pretende desplazar la barrera de protección de la vida en formación a la semana veintiséis, esto, como en la eutanasia, no es más que una slippery slope o espiral descendente cuyo fin se halla en la absoluta desprotección del sujeto incapaz de ejercer de forma autónoma sus derechos. Como decía Xavier Zubiri: el ser que crece en el vientre materno no es un germen de hombre sino un hombre germinante. Apunte, y el próximo día le daré más argumentos.