Cuando leo el anteproyecto de la denominada "Ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo" me asalta una duda. No alcanzo a concluir si la ministra ignora todo lo susceptible de ser ignorado; si por el contrario piensa que todos padecemos algún tipo de demencia que nos priva del más elemental ejercicio de entendimiento, o ambas cosas de consuno.
La respuesta es, obviamente, la tercera. El anteproyecto contempla una nada desdeñable reata de disparates. Si para muestra basta un botón, se habla insistentemente del derecho de autodeterminación de la mujer. En el preámbulo del mismo se tergiversa la interpretación de la Resolución 34/ 180 de Naciones Unidas, cuya intención no era otra que garantizar que a las mujeres se les reconociera y amparase por los Estados su libertad sexual. Esto es realmente curioso, la ministra Aído no ha dicho ni una sola palabra acerca de aquellas culturas que menosprecian la condición de la mujer, que ignoran la dignidad de que está investida en cuanto que ser humano.
Resulta paradójico que sea el presidente del Gobierno quien va por ahí apoyando de palabra, obra y omisión a un puñado de tiranos que siguen defendiendo la pena de muerte para la mujer adúltera; el que ésta sólo coma una vez haya terminado el marido y, en todo caso, lo que a éste le haya sobrado; o que el marido pueda golpear impunemente a su esposa, con la única condición de que no tenga acceso carnal con ella después de la paliza. ¿Y qué dice Bibiana de la autodeterminación de la mujer? No estoy hablando de Bangladesh, sino de España, ya hay cuatrocientos mil adeptos a esta "cultura".
Esta señorita (con todas las connotaciones del término), se ha despachado con unas declaraciones a la Cadena Ser en las que ha sentenciado: "un feto de trece semanas es un ser vivo pero no es un ser humano"; con una táctica argumental típicamente progre añade: "no podemos hablar de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica". Y se ha quedado tan descansada. Claro es que estos progres acaban de descubrir el positivismo jurídico radical que permitió la llegada de Hitler al poder y la adopción de todas aquellas normas que condujeron al exterminio del pueblo judío. De esta forma, el concebido de trece semanas pierde la condición de ser humano porque así lo determina la ministra. No concibo ningún ser vivo que no pertenezca a ninguna especie; si un ser vivo ha sido generado por seres humanos, necesariamente será un ser humano, un ser pequeño, inocente e indefenso, pero clamorosamente humano.
Veamos cuál es el razonamiento. Estos exterminadores de inocentes parten de la autonomía moral del sujeto, más al estilo de Freisler, o de Goebbles que de Kant. Así, no podemos decir que algo esté bien o mal en sí mismo, sino únicamente en la medida en que una ley lo determine. Es decir, que en España está mal pegarle a las mujeres sólo en la medida en que la ley así lo determina. Hemos vuelto a olvidar la enseñanza de aquellos que, habiendo vivido el horror del nazismo, supieron rectificar como Radbruch. Este, arrepentido por haber abrazado el positivismo, señalaba en 1946: "de hecho, el positivismo, con su convicción de que 'la ley es la ley' ha dejado a los juristas alemanes inermes frente a leyes arbitrarias y de contenido criminal". Eso mismo sucederá con los jueces españoles de buena voluntad. No será contra estos contra quienes deberemos volvernos, sino contra quienes nos han privado de la armonía que debe presidir las relaciones entre la justicia y el derecho.