"Todo lo que hay, ha existido siempre. Nada puede surgir de la nada. Y algo que existe, tampoco se puede convertir en nada". Parménides
"¿Por qué hay algo en lugar de nada?". Leibniz
La nada es un concepto escurridizo. Cuesta pensarlo y aún más describirlo. Cuando lo definimos le otorgamos existencia, pero se supone que su definición es la inexistencia misma. Echemos un vistazo a su significado físico. Si alguien nos dice que dentro de un cajón "no hay nada" –mal expresado con una doble negación, pero nos entendemos– queremos decir que está vacío. Pero que no haya objetos no quiere decir que hayamos descubierto "la nada" porque en el interior de ese cajón, si procediéramos a la absorción de cualquier partícula, incluido el propio aire, seguiría habiendo algo: el espacio y el tiempo, que de una forma u otra "enfocan" y "materializan" la existencia. No querría desviarme demasiado del propósito del artículo filosofando sobre este interesante concepto, así que, centrémonos en la afección matemática de la nada: el cero.
Los números: sus nombres y sus escrituras
La India estaba muy adelantada en el campo de las matemáticas respecto al resto de los países gracias a su forma, muy particular, de escribir los números. En el resto del mundo, y a lo largo de la historia, la representación se había realizado dando nombres y dibujos diferentes a cada uno. Cuanto más grandes eran las cifras que se necesitaba representar, más nombres se les añadían. Por ejemplo, los romanos utilizaban las letras I, V, X, C, L, M para nombrar el uno, el cinco, el diez, el cincuenta, el cien, el quinientos, el mil. Pero no eran los únicos, los mayas o los chinos utilizaban sistemas similares.
La gran revolución impuesta por la India fue dotar al sistema de: por un lado, una numeración decimal en la que la colocación relativa de los números otorgaba un valor diferente a las cantidades; y por otro, la incorporación del "cero" para rellenar esas posiciones donde no había cantidades que contar. Veamos algunos ejemplos. Hasta ese momento los números 12 y 102 no se podían distinguir. Al introducir el "cero" en medio, el 1 pasaba a valer diez veces más al moverse de la segunda posición, empezando por la izquierda (en el número 12), a la tercera (en el número 102). De la misma forma ya era posible escribir números tan grandes como quisiéramos con tan sólo ir añadiendo "ceros" a la derecha: 1, 10, 100, 1.000, 10.000, etc.
La primera constancia de la utilización de este método se conserva en los grabados de una pared del Templo Chaturbhuj, un fuerte construido hace 1.200 años. Allí se puede leer el número 270. No el 27, sino el 270. Un salto de concepto estratosférico.
Brahmagupta, el primer matemático.
La actividad de Brahmagupta (598-670) se llevó a cabo en Ujjain, en el noroeste de la India. Era un hombre de alta posición y aún mayor prestigio, uno de los grandes eruditos del momento y director del Observatorio Astronómico. En la India en aquel entonces los conocimientos en astronomía y matemáticas estaban muy por delante de los del resto del mundo. Sabían que la Tierra era redonda y fueron capaces de calcular la medida de su circunferencia con un error de tan solo 100 Km. Aquellos científicos también pudieron deducir la duración del año con una diferencia de segundos. Hasta ese momento las matemáticas eran una herramienta útil para realizar los cálculos en el día a día, pero Brahmagupta les dio un significado nuevo que cambiaría para siempre la forma de entenderlas. Encontró en ellas el lenguaje que describía la naturaleza, los principios detrás de los objetos. Y gran parte de este tratamiento lo logró gracias a la incorporación del "cero" como un número más, cargado de valor en sí mismo, y no sólo como un truco para poder escribir cualquier cifra.
El origen del "cero" como concepto.
Brahmagupta escribió en el año 628 uno de los libros más importantes de la historia de las matemáticas: Brahmasphutasiddhanta (Doctrina de Brahma Correctamente Establecida). El libro contiene reglas para manipular números positivos y negativos, una forma de calcular raíces cuadradas, métodos de resolución para ecuaciones lineales y algunas cuadráticas y reglas para la sumatoria de series. Además, para que su excelencia no quedara en duda, escribió todos los textos en verso.
Aún así, estos descubrimientos quedaron eclipsados por la aparición por primera vez en la historia del conocimiento humano del concepto de "cero". La conclusión de Brahmagupta fue la de utilizar los números negativos y positivos como conceptos de "activos" y "deudas" y de esta forma, cuando se realizaban sumas de las mismas cantidades de estos dos conceptos, el resultado se compensaba. Brahmagupta le llamó a este resultado "cero". A partir de aquí lo dotó de identidad, como un número más que se podía sumar y multiplicar con efectos en los resultados: 2+0=2 y 2x0=0. Tal y como lo utilizamos ahora.
Este sistema se extendió a los árabes y a partir de ellos fue introducido en Europa (de ahí el nombre de "números arábigos") por hombres como Fibonacci.