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Juan Carlos Girauta

Naufragio

Los mossos permanecen pasivos cuando se amenaza a los miembros del PP o se golpea a los de Ciudadanos. La Guardia Urbana de Barcelona pide los papeles a quienes regalan ejemplares de la Constitución mientras los que la entierran no son molestados.

Quizá porque el aniversario de la Constitución venía teñido de melancolía, y no siendo la tristeza de ayuda en un diagnostico, estamos siendo víctimas de un sesgo: los excesos nacionalistas, la patrimonialización socialista del poder, la generalizada conculcación del principio de igualdad y, por resumir, el fin del imperio de la ley, resultarían de haberse desviado las instituciones de la letra de la Carta Magna. Si ese fuera (todo) el problema, la solución sería obvia: más Constitución. La Constitución como programa situaría al partido que la propugnara en el espacio de lo institucional, aunque no necesariamente de la "centralidad". Artículos como el 155 resultan muy poco centristas y nada simpáticos.

Si les parece triste haber llegado tan lejos en la violación de los principios que fundan nuestro Estado de Derecho, la realidad es peor. No se trata de que nos hayamos desviado del espíritu constitucional; nos hemos extraviado en las lejanías de la anomia, pues nada sustituye a aquél. Complace al poder manejarse en un espacio sin ley efectiva. Ningún país civilizado consentiría que un diputado pidiera la muerte del jefe del Estado. Ningún presidente de parlamento lo justificaría.

En las tierras donde manda el tripartito, los mossos permanecen pasivos cuando se amenaza a los miembros del PP o se golpea a los de Ciudadanos. La Guardia Urbana de Barcelona pide los papeles a quienes regalan ejemplares de la Constitución mientras los que la entierran no son molestados. Fue justamente en ese aquelarre de impunidad, sublimación del doble baremo, donde se gritó "¡Muera el Borbón!"

Es poco probable que el fiscal actúe, toda vez que el grupo de intereses conocido como Gobierno de España calla como lo que es. ¿Quién resultará perjudicado por la proclama criminal? ¿El autor? Nunca. ¿Sus jaleadores? Jamás. El castigo caerá, ya está cayendo, sobre los denunciantes. Así, Felip Puig, representante del nacionalismo dizque moderado, no es capaz de condenar lo de Tardà sin señalar al verdadero canalla: las reacciones del PP son, dice, "absolutamente desorbitadas". Mientras tanto, enEl Paísse avala el rebuzno de Pedro Crespo. Si unos nunca son culpables, otros jamás serán inocentes. Esto naufraga.

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