Para ocupar la vanguardia mundial en Derechos Humanos, como pretende, neoyorquina y onusca, la vicepresidente, primero tendrán su Gobierno y su partido que enmendar ciertos rasgos patrios que se dan de patadas con la Declaración Universal. El derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad lo tienen más que mermado cuantos españoles habitan territorios de excepción democrática. Es una broma amarga que allá donde el miedo arrasa hasta la dignidad (ver foto del tute) les vayan a contar que vamos hacia no se qué vanguardia. Vanguardias, lo que se dice vanguardias, aquí tenemos la "de la clase obrera" –que sigue fantaseando con sus revoluciones en una taza de café mientras ocupa cargos institucionales en varias autonomías–, y La Vanguardia Ex pañola, gran narcótico de las conciencias de una nación en construcción. Y propiedad de un señor que, por cierto, no sabe hablar catalán.
En cuanto a discriminaciones por razón de lengua, ya se ven las ganas de erradicarlas que tiene el partido de la vicepresidente. Está Montilla, capitán de capitanes, empeñadísimo en esa batalla, como todo el mundo sabe. En cuanto a no ser objeto de injerencias arbitrarias en la vida privada, qué decir del código civil catalán, que va a obligar a los padres de niños adoptados a informarles de su condición antes de que cumplan doce años. O de la inminente obligación de los varones a colaborar en las tareas domésticas por ley.
Con eso de que "la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad" no va a tener problema el imaginativo gabinete de Rodríguez, dispuesto a estirar el significado de la palabra "familia" hasta que acoja cualquier cosa. De la libertad de opinión y expresión en España da fe el órgano gubernativo CAC, la instancia política que decide lo que es veraz, a qué medios se cierra, o a cuál se sanciona, y por qué cantidades, por discrepar del criterio oficial de veracidad.
La irretroactividad penal, por clara que quedara en 1948, no ha sido aún comprendida ni aceptada por algunos magistrados de relumbrón. En el Supremo y en la Audiencia actúan algunos de ellos. Y ya que tocamos la materia, sin justicia efectiva, competente y a tiempo, no hay propiamente justicia. En el país de las exasperantes dilaciones, de la crónica falta de medios del tercer poder y de la adaptación a las circunstancias políticas, hablar de vanguardismos sonroja. Con regresar a la civilización tendríamos bastante. Ánimo, vice.