Podemos y debemos analizarla a fondo, darle todas las vueltas posibles a la huida hacia delante del Gobierno Rodríguez. Se nos hará diáfano el imposible legal de la nueva causa general garzonita que el Gobierno jalea porque le viene como el agua de mayo. Escalaremos en la difícil comprensión de la vida, del ser, de la identidad y de lo humano con la polémica del aborto, ayer tema a eludir, fuera del programa socialista, y hoy urgente cuestión (de vida o muerte, claro) más que legítimo debate.
Pero ninguna de las interminables extensiones técnicas, jurídicas, históricas o morales de los dos huesos que nos lanzan, imposibles de evitar una vez suscitados asuntos de tal enjundia, puede despacharse sin más. Mejor que vayamos renunciando al aserto simple, romo e inútil de que se trata de dos cortinas de humo para tapar el gran hueso económico que el gobierno tiene atragantado. "Se trata de dos cortinas de humo, se trata de dos cortinas de humo..." Sigan así mientras nos pasa por encima, arrasando las pantallas y las primeras planas, un tsunami emocional, una avalancha de indignación inducida, un cataclismo sentimental donde sólo el progre, un adicto al prejuicio y la emoción, se orienta y mueve con comodidad.
Rodríguez regenta una factoría de fantasmas, en el sentido que los neoplatónicos del Renacimiento italiano le devolvieron al término, como indelebles huellas que ciertas imágenes eran capaces de imprimir en el espíritu. (Con admirable tino, el gran Ioan Culianu, señaló a publicistas, psicólogos y expertos en propaganda como herederos directos de aquella magia.)
Un reiterado juicio de intenciones (se trata de dos cortinas de humo...) no servirá de nada frente a tan ambicioso proyecto de ocupación de las conciencias. Los huesos y calaveras de las fosas de Garzón devolverán la guerra al primer plano de la realidad, pero esa guerra será la restaurada historia de buenos y malos cuya capacidad de excitación sentimental y movilización intelectual está más que demostrada, como sabe cualquiera que haya seguido la historia del arte, el pensamiento y la literatura occidental del siglo XX.
En cuanto al aborto, las imágenes de impacto que las organizaciones pro vida suelen oponer resultan demasiado desagradables para que una sociedad infantil, acomodaticia e irresponsable las mire de frente. Se preferirá creer en un cuento: el señor Rodríguez crea derechos nuevos para nosotros. Ah, la divina potestad de crear. No se tratará del estupor de los cuerpecillos, la sangre y la placenta. El estupor desde el que habría que meditar. Se tratará de derechos. Derechos recién nacidos, sonrientes, sonrosados, liberadores, llenos de futuro, enormemente satisfactorios. ¿Cortinas de humo? Vayan pensando en algo más potente que oponer a las embestidas. Rodríguez tenía un plan.