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José María Marco

Escenas de la Guerra Fría

La llamada confirma una intuición previa, y es que probablemente todo el asunto ha sido una puesta en escena, por no decir una farsa, y que el Gobierno de Rodríguez Zapatero y la activista iban de la mano, al menos en parte del episodio.

La llamada del Gobierno de Rodríguez Zapatero a la esposa de Saramago, amiga y al parecer representante de la activista saharaui, aclara bastante bien todo el episodio, incluida la petición de las Cortes para que se comprometieran en el asunto hasta las más altas instancias, lo que en lenguaje llano se ha interpretado como una invitación –inédita por su significado– a la intervención de la Corona.

La llamada confirma una intuición previa, y es que probablemente todo el asunto ha sido una puesta en escena, por no decir una farsa, y que el Gobierno de Rodríguez Zapatero y la activista iban de la mano, al menos en parte del episodio. El objetivo explícito era poner el asunto del Sahara en la agenda política internacional. Para eso se ha sacrificado durante unos días la activista, que consigue lo que se había propuesto. Esto incluye, además, la consolidación como representante del llamado "pueblo saharaui" de una minoría relacionada con lo que queda del Frente Polisario. En su origen, el Polisario fue un grupo terrorista antiespañol, hoy vestigio de la Guerra Fría, al igual que el amigo Saramago y como todo el episodio del aeropuerto, que despide un inconfundible aroma a escenificación de cuando estaba vigente la política de bloques.

Por su parte, el Gobierno español ha dado pasto a sus apoyos más izquierdistas y más artísticos, los mismos que viven y se divierten en Marrakech –como siguen yendo a Cuba y antes a Rumanía– pero apoyan al "pueblo saharaui". El mismo Gobierno se ha rehecho un look radical al enarbolar otra vez el slogan de la autodeterminación. También ha acabado por aceptar el statu quo impuesto por Marruecos y se aplaza cualquier posible aplicación de las resoluciones de la ONU al antiguo Sahara español.

¿Hasta qué punto la activista saharaui y sus amigos, entre ellos el Gobierno socialista español, habían previsto este resultado? El futuro lo dirá. Aun así, resulta poco realista suponer que aspiraran a algo más ambicioso. En otras palabras, es probable que la publicidad en pro de la autodeterminación se haya pagado con la consolidación del statu quo.

Si esto es así, el primero que sale ganando es el régimen marroquí. Gana además la elite saharaui, que ahora, en nombre del momentáneo sufrimiento de una activista, exigirá sacrificios sin cuento a "los suyos". Y sale ganando el Gobierno socialista, que ha demostrado estar dispuesto a llegar hasta la humillación –véase el viaje a Washington del ministro Moratinos– en pro de una causa humanitaria, habiendo actualizado además su imagen progresista.

Salen perdiendo, como no podía ser de otro modo, los saharauis. Se les ha sacrificado a los intereses de sus supuestos representantes y, en nuestro país, a la imagen de quienes no pueden dejar de recurrir al tic antiespañol, que es para lo que sirvieron en su día el Frente Polisario y la "causa del pueblo saharaui".

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