Las filtraciones a los medios de comunicación suelen ser poco de fiar. Casi siempre la fuente está contaminada. Y otras, como a veces ocurre con las notas a pie de página de los traductores, porque traicionan a quien la ha filtrado.
Algo de todo esto ha habido en la publicación en El País de los llamados "papeles de Crawford". Se trata del acta de una reunión de Bush con Aznar, celebrada en el rancho del presidente norteamericano en los días inmediatamente anteriores a la Guerra de Irak.
La filtración debe de proceder de fuentes gubernamentales, tal vez de alguna dependencia del Ministerio de Asuntos Exteriores. Estaba destinada a paliar el evidente servilismo que Rodríguez Zapatero acaba de demostrar ante el mismo hombre que aquí finge despreciar. No sé cuánto en cuánto habremos tenido que aumentar nuestra contribución a la ONU para conseguir que Rodríguez Zapatero fuera invitado a la cena en Nueva York. Basta con ver, y escuchar, la secuencia del saludo para darse cuenta hasta qué punto nuestra actual política exterior va dictada por un aplastante complejo de inferioridad.
Pues bien, para compensar un poco la insignificancia de nuestra posición internacional y la obsequiosidad de Rodríguez Zapatero, el acta de la reunión de Crawford nos iba a demostrar hasta qué punto Aznar nos había arrastrado a la sumisión más deleznable ante Bush.
El chasco de quienes pretendían tal cosa habrá sido de los que hacen época. O quizás fuera consecuencia del "fuego amigo" que últimamente están suscitando las guerras entre grupos progresistas de comunicación. En cualquier caso, el hasta ahora periódico oficial se creyó obligado a publicar una glosa, al día siguiente, que intentaba proporcionar al lector bienpensante el "modo de empleo" de tan desconcertante documento.
Cierto que Aznar recurrió a argumentos no del todo consistentes con los que utilizó en España. Por ejemplo, dijo: "Estamos haciendo es un cambio muy profundo para España y para los españoles. Estamos cambiando la política que el país había seguido en los últimos doscientos años". Tenía razón, y más valdría que aquel gobierno así lo hubiera explicado a sus compatriotas con claridad. Entre otras cosas, y por si alguien no se ha dado cuento, es la posición propia de quien aspira a modernizar su país.
Pero lo más importante es que el acta revela un Aznar correoso, capaz de hablar de tú a tú al presidente de Estados Unidos, con una argumentación sólida y confiado en su capacidad para influir en las decisiones norteamericanas.
Se podrá estar de acuerdo con la posición de Aznar ante el derrocamiento de Sadam Hussein. Habrá muchos que opinen que el liderazgo que España quiso asumir, encaramándose como lo hizo entonces a la primera fila de la política internacional, acabó perjudicando al conjunto de los españoles... Se podrán decir muchas cosas más.
Lo que ha quedado meridianamente claro con la filtración es que en 2003 teníamos una política exterior consistente, sólida, defendida por personas capaces, y ambiciosa. ¿Demasiado ambiciosa? Tal vez. Pero entre la ambición de estar entre los grandes, y ésta de conseguir una foto "como sea", media, más que un abismo, un mundo entero.