El ex ministro Alonso, actual portavoz del grupo parlamentario del PSOE, ha pronunciado, por primera vez y sin que sirva de precedente, una frase memorable sobre "las mujeres que tienen [sic] que interrumpir voluntariamente [resic] su embarazo". La ministra de Igualdad no se ha quedado atrás y con esa insensibilidad propia del señorito que se cree con derecho a todo y es incapaz de ponerse en el lugar de los demás, ha hablado del aborto o, como diría su compañero de partido, de la interrupción voluntaria pero obligada del embarazo, como de la solución a un "conflicto de intereses". Es de suponer que ese conflicto afecta a la madre y a su hijo no nacido, al que no se le deja la menor oportunidad de defender los suyos. Otra frase memorable ha sido la del responsable de un parque natural, que ha apuntado otra perla, la de que hay especies naturales que deben ser protegidas mientras que el mundo está superpoblado de seres humanos. Como dijo el clásico, es de esperar que este ser humano, porque eso parece ser, actúe en consecuencia.
La frivolidad y la brutalidad de los argumentos demuestran hasta qué punto los socialistas estaban poco preparados para la reacción con la que ha tropezado su nuevo proyecto de ley para el aborto libre y sin restricciones. Probablemente pensaban que la ley encerraría a los adversarios políticos en la etiqueta de fundamentalistas. No han tenido en cuenta lo mucho que ha cambiado la sociedad española en los últimos tiempos, y lo poco que está una parte de esa sociedad a dejarse chantajear ya de esa manera. No creo que estén muy contentos con lo que han provocado con este proyecto de ley digno de los años 70.
Ahora bien, la reacción también pone al PP frente a sus responsabilidades. El PP lo está haciendo bastante bien en su oposición política al proyecto. Por ahora está sabiendo conectar con esa parte de la sociedad no resignada a la manipulación. Para el futuro, se verá en la tesitura de tener que tomar una decisión acerca de la práctica del aborto en España. Hasta que los socialistas rompieran el aparente consenso, que establecía que en nuestro país el aborto estaba prohibido, excepto en tres casos.
¿Cómo es que una ley restrictiva se convierte en un permiso para hacer lo que a cada uno le venga en gana? Porque la ley no se cumple. De lo que se deduce que el consenso sobre el aborto era de esos consensos a la española, que consiste en que los políticos llegan a un acuerdo y luego cada cual hace lo que quiere sin asumir la menor responsabilidad. Es ese vicio de la democracia española, que tan caro nos ha costado, el que ha tocado fondo con la reacción popular frente a una propuesta descabellada.