"Viví en Cataluña cinco años y mi hija vive en Cataluña. No conozco ni una sola persona que quiera separarse de España". Tal como Mario Vargas Llosa ha puntualizado, lo que dijo no fue eso, sino que en los cinco años en que residió en Barcelona (principios de los setenta) apenas tuvo noticia de catalanes que fueran partidarios de separarse de España.
En las postrimerías del franquismo, en efecto, el separatismo era residual, y lo siguió siendo en los primeros compases de la joven democracia española. No en vano ninguno de los partidos catalanes con probabilidad de representación acudió a los primeros comicios con la consecución de la independencia estampada en el programa. No la llevaba el PSUC ni, por supuesto, el PSC (el derecho de autodeterminación de los pueblos era una criatura más alusiva al Sáhara que a Cataluña). Tampoco Convergència ni su antecesor, el Pacte Democràtic per Catalunya, asumieron jamás la independencia como objetivo programático. De hecho, la ilegitimidad del actual embate soberanista deriva, en parte, de que CiU no ha incluido ese punto en programa electoral alguno. Y el único documento congresual en que ha hablado de independencia (afirmando su voluntad de "legar al porvenir una Cataluña libre, justa e independiente") data de marzo de 2012, esto es, fue aprobado anteayer. Pero esta enmienda, insisto, no ha sido sometida al crudo sufragio, por lo que, en puridad, el único partido declaradamente independentista ha sido y es ERC, que en 1988, con Joan Hortalà como candidato, apenas reunió el 4% de los votos del electorado catalán.
El revelado de la tinta simpática no deja de ser descorazonador: cuanto más justificado estaba que hubiera nacionalistas, menos nacionalistas hubo.
En cualquier caso, en el mentís de MVL que hoy publican los diarios hay una flagrante inexactitud respecto al titular de ayer, un mal uso de la sinonimia que, a mi modo de ver, ilustra cuanto tiene de trilero el soberanismo. "Vargas Llosa precisa que conoce a 'bastantes' independentistas catalanes", leemos en La Vanguardia. Ciertamente, se hace cada vez más difícil no conocer a alguno. Ahora bien, MVL no habló de "independentistas", sino de "personas que quisieran separarse de España". Y ahí ya no hay tantos. Porque una cosa es la fanfarria y otra la realidad; una cosa es engolfarse en un referéndum de pega y otra dejar a ciegas a tres generaciones de catalanes a los que, dicho sea de paso, no les quedará ni el consuelo de golear al Madrid.