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José Manuel Puertas

Y el Real Madrid se quedó sin red

El vigente campeón europeo se queda sin margen de error de cara a las 3 últimas jornadas de la primera fase en la Euroliga. Nadie esperaba algo así.

El vigente campeón europeo se queda sin margen de error de cara a las 3 últimas jornadas de la primera fase en la Euroliga. Nadie esperaba algo así.

Era el 27 de septiembre cuando el Real Madrid cerraba su año perfecto, ganando la Copa Intercontinental en Sao Paulo al Bauru. En aquel momento, pese a que era más que previsible algún problema físico para un equipo sin pretemporada, y razonables ajustes tácticos tras la incorporación de cuatro jugadores nuevos, nadie podía imaginar el escenario planteado exactamente dos meses más tarde. Es 27 de noviembre, y los de Pablo Laso están al borde de la eliminación en la Euroliga, la competición de la que son vigentes campeones y en la que han alcanzado la final en sus tres últimos años. Los merengues no tienen ya red en su a priori incomprensible equilibrismo, o en honor a la verdad habrá que decir que esta existe, aunque es minúscula. Sin embargo, los signos de preocupación son evidentes. Aquella derrota en la Supercopa ante Unicaja, poco o nada preocupante en su momento en el seno del equipo, casi previsible, fue el primer aviso de dos meses de agonía que han hecho que la pretemporada forzosa de los blancos acabara ayer en Belgrado. Desde ahora, la competición ya exige todo al actual campeón.

El Real Madrid es el equipo que encaja más puntos en la Euroliga. Concretamente, 603, a más de 86 por partido. Cierto es que su ataque es el tercero mejor (84.4), y que el tantas veces merecidamente loado estilo de juego rápido de los de Laso hace que sus partidos se vayan a anotaciones elevadas por regla general. Pero sólo un ciego podría negar los evidentes problemas blancos en defensa. El Estrella Roja le anotó ayer 94 puntos, como antes le endosara 99 el Bayern o 93 el Estrasburgo. Ante alemanes y franceses, se pudo achacar incluso cierta abulia en la pista trasera de forma más que justificada, dando la sensación de que los madrileños fiaban todo, o casi, a la lotería de la épica del último cuarto. Cara ante el Bayern (qué diríamos hoy sin aquel triple de Carroll), cruz ante el Estrasburgo. En la acongojante Pionir, ante el Estrella Roja, la actitud no fue un problema, pero sí que las carencias en la retaguardia volvieron a aparecer.

Algunos, muchos, añoran a aquel tapahuecos incansable llamado Marcus Slaughter, o el oportunismo de KC Rivers, pero, en espera de la llegada de un Augusto Lima que podría ejercer un papel similar al hoy jugador del Darussafaka, no faltan mimbres en la plantilla. Gustavo Ayón, Rudy Fernández, Sergio Llull, o Andres Nocioni, son excelentes defensores. Pero ninguno de ellos, salvo quizá sólo el mexicano, está en su mejor forma. Obvio es que Rudy necesita un descanso, tras su más que exigente verano con España, aunque la necesidad es imperiosa ahora mismo, y la mejor versión blanca siempre suele ir ligada a la del balear, eje vertebrador de la defensa madrileña. Empero, parece complejo que de forma inminente el alero pueda volver a ser el líder defensivo de otrora.

Ausente Slaughter, la idea en el cuerpo técnico era que el papel de tapahuecos lo cubriera Jefferey Taylor. No cabía esperar eso de Trey Thompkins, peligrosísimo en ataque pero naif en defensa. Pero el sueco, tras sus problemas físicos iniciales, se adapta lentamente a lo que se le pide en la capital de España. Y la Euroliga no ha esperado al Madrid, lo que dificulta que Taylor pueda ejercer aún de jefe atrás. Para colmo, Sergio Llull anda tocado muscularmente en las últimas semanas, y Andrés Nocioni parece metido en formol por Pablo Laso en este inicio de temporada, en espera de dominar a partir de febrero, aunque en Belgrado comenzó a sacar su versión buena, la del carácter, la de la famosa rusticidad, si bien es cierto que nuevamente con apenas 13 minutos de juego.

A Laso no le va a quedar otra que sacar los tanques ante el Fenerbahce, y luego en Munich y frente a Estrasburgo. Posiblemente nadie esperaba en la casa blanca esta enorme exigencia en la primera fase europea. Se confiaba en pasar, de mejor o peor manera, sin apuros al Top 16, y ahí ya comenzar a carburar hasta la velocidad de crucero, tal y como ocurrió el año pasado. Pero nada más lejos de la realidad, y la visita del equipo de Zeljko Obradovic a Madrid en la próxima jornada será un reto mayúsculo. El enemigo íntimo llegará dispuesto a hacer sangre, sabiendo que eliminar al vigente campeón tan pronto sería una excelente noticia para sus intereses a medio plazo. Por ello, no es previsible un Fenerbahce a medio gas por estar ya clasificado, probablemente todo lo contrario. Y enfrente, como digo, deberán estar los tanques, no le queda otra al Madrid, así que no extrañaría ver a Nocioni con más minutos en cancha, o que Rudy descansara en Bilbao de cara a los otomanos. A Doncic o Hernangómez, de momento, no se les puede dar la iniciativa para estas situaciones. Sería temerario. El devenir de la temporada continental ha complicado paso a paso su participación y ahora mismo, por más que se lo exijan algunos, sería demasiado arriesgado que Pablo Laso les entregara muchos minutos. No les esperen, pues no es su momento. Así, la rotación es de diez jugadores, uno de los cuales, Rudy, está muy tocado.

Y es que el Madrid se ha metido en un problema serio. Un balance de 2-5 irrisorio para un campeón y más que reconocido aspirante, con 0-4 en partidos jugados fuera de casa. Por supuesto, superable, incluso con un escenario no imposible de estar clasificado antes de la última jornada, si los blancos vencen a Fenerbahce y en Munich al Bayern, y tanto los alemanes como el Estrella Roja perdieran sus dos partidos. Pero mejor no echen cuentas excesivas y centren sus miradas en el próximo jueves, con la visita de los de Zeljko Obradovic. Posiblemente la primera final de la temporada, a primeros de diciembre. El Real Madrid, efectivamente, se ha quedado sin red. Y lo peor para sus aficionados es que se lo ha ganado a pulso. Lo bueno para ellos será que es difícil imaginar que la cosa pueda ir a peor.

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