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Illarra, riesgo cero

Illarramendi aún tiene mucho por desarrollar en el apartado corporal, pero probablemente su principal traba sea la mental.

Illarramendi aún tiene mucho por desarrollar en el apartado corporal, pero probablemente su principal traba sea la mental.
Asier Illarramendi, durante un partido de Champions con el Real Madrid. | Archivo

Hace unos días, Carlo Ancelotti postulaba a Asier Illarramendi como el sustituto natural de Xabi Alonso para la final de la Champions League en Lisboa. Por parecido físico, estilo de juego, potencial y hasta fisionomía, si me lo permiten, así debería ser. Pero, ¿es justo por rendimiento que el de Motrico lidere junto a Modric el centro del campo blanco en el partido más importante de la temporada? Rotundamente, creo que no.

La primera temporada del vasco en la casa blanca no está siendo ni mucho menos sencilla. Desde su fichaje, cuando tanto le costó abandonar la Real Sociedad para volar hasta la capital de España, Illarra no ha estado cómodo en ningún momento. Un cambio de mentalidad, incluso de aspecto -no hay más que observar su rueda de prensa de salida de la Real, frente a la de presentación en Madrid-, fue obligado para alguien que salió de un entorno en el que se encontraba cómodo, porque era su entorno de toda la vida. Y le tocaba demostrar tener la capacidad necesaria para pasar al siguiente nivel, al primerísimo nivel competitivo. Algo que, a día de hoy, le ha venido grande.

Su lenguaje corporal durante toda la temporada no ha sido el óptimo. Siempre tímido, callado y reservón. Tanto en palabras e imagen como, lo que es más preocupante, en su estilo de juego, donde parece tener grabado a fuego que no debe cometer errores. Jugar al riesgo cero para evitar la presión mediática. Escasa profundidad en sus pases, repitiendo una y otra vez balones en horizontal o hacia atrás a sus compañeros. Siempre en corto, siendo casi una noticia cuando busca un cambio de orientación largo o un buen balón en profundidad. No arriesgar, equivocarse, aunque sea a costa de convertirse en un jugador plano. Y, claro, cuando además sus tímidos pases generan fallos de bulto, como el que costó un gol en Dortmund a los suyos, o partidos tan romos de los blancos como el pasado domingo ante el Valencia, de nuevo con él en el eje en un duelo decisivo, los motivos para la preocupación deben crecer.

Muchos vieron en él al sucesor de Xabi Alonso y probablemente no faltaran motivos para ello, pero es un hecho que a día de hoy existen muchas dudas sobre si llegará a alcanzar finalmente dicha cota, nada fácil. Con todo ello, el elevado precio de su traspaso, unido a la compleja adaptación a esa máquina de triturar carne humana que pueden llegar a ser los grandes del fútbol nacional, ver sonreír al vasco es toda una noticia durante el último año.

Quizá sus hasta el momento demostradas carencias físicas también hayan pesado. Lento en el desplazamiento, no especialmente fuerte en el choque y con velocidad de reacción mejorable, Asier Illarramendi aún tiene mucho por desarrollar en el apartado corporal, pero probablemente su principal traba sea la mental.

Por eso no es fácil asumir que Ancelotti pueda apostar ciegamente por él de cara a Lisboa, por delante de Isco, aunque ello obligase a modificar algo el sistema, o de un Casemiro mucho más pujante en lo físico que Illarra, pero que apenas ha contado para el italiano en toda la campaña. Del guipuzcoano se espera mucho, mas su temporada no avala a día de hoy ni mucho menos que sea el sustituto obligado de Alonso.

Quizá la final en la lucha por la Orejona sea el mejor día para dar un paso adelante y demostrar su capacidad, pero ante un centro del campo con el hambre que tiene el del Atlético de Madrid, no resulta sencillo pensar que Illarramendi pueda ser la mejor baza. Tiempo tiene; capacidad, suponemos que también. Ahora le toca demostrarlo.

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