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José García Domínguez

Rubalcaba tiene un plan

Comenzará por aplicarles a los curas la desamortización de Mendizábal con efectos retroactivos. No se sabe si con quema de conventos incluida.

Enrique Tierno Galván gustaba propalar que el objetivo único de los programas electorales es dejar fe por escrito de que nunca jamás se cumplirán. Un inopinado rapto de sinceridad que, en la patria de Max Estrella y don Latino de Hispalis, no le impediría ser enterrado luego en olor de santidad. El viejo profesor le decían. Por lo demás, y en justa compensación, tampoco nadie los lee. De ahí que la elaboración de esos mamotretos plagados de retórica huera, mentiras piadoras y cháchara PowerPoint haya devenido en otro ritual inane que subsiste por mera inercia. Al respecto, y tal como mandan los cánones del género, el PSOE acaba de presentar uno plagado de grandes desafíos, nuevos retos, renovados impulsos, esfuerzos ilusionantes varios y firmes compromisos solidarios. Amén, claro, de innumeras políticas activadoras del dinamismo.

Huelga decir que todo ello enmarcado en el preceptivo contexto de las profundas reformas estructurales llamadas a alumbrar el perentorio cambio del modelo productivo. Un hondo afán modernizador que, al parecer, comenzará por aplicarles a los curas la desamortización de Mendizábal con efectos retroactivos. No se sabe si con quema de conventos incluida. Sea como fuere, el amago tremendista se compensa acto seguido con unas gotas de humor marca de la casa. Así, anuncian a continuación el muy solemne compromiso socialista de perseguir con bríos renovados el fraude fiscal. Tiemblen, si no de miedo de risa, los poseedores de la cuarta parte de los billetes de quinientos euros que circulan por el planeta.

Esto es, los que de antiguo moran en bolsillos españoles sin haber sufrido incordio mayor. Que por algo a la Agencia Tributaria nunca se le ha ocurrido cruzar los precios de venta declarados a Hacienda con los de las tasaciones inmobiliarias. Ya se sabe, ni Solbes ni Salgado les pagaban por pensar. Y para acabar de arreglarlo, en fin, la famosa dación. Un guiño no al 15-Eme, como repiten los periódicos, sino a lo poco que aún queda en pie del sistema financiero norteamericano. La banca yanqui en cuya hecatombe colectiva no representó un papel precisamente menor esa figura jurídica, la dación en pago, que ahora se ansía importar aquí. Venga, alegría, mucha alegría, que si también quiebran los bancos privados ya lo pagará el Frob. ¡País!    

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