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José García Domínguez

¡Oa, oa, oa, Chacón a la Moncloa!

“¿Por qué no un actor si ya tenemos un payaso?”, fue la frase más celebrada de la campaña que enfrentara a Jimmy Carter con un tal Ronald Reagan. Y otro tanto se podría plantear aquí. ¿Por qué no Chacón si ya hemos sufrido a Zapatero, Rubalcaba y Guerra?

Acaso en su más célebre discurso en el Congreso, Alcalá Zamora, el Botines para los castizos, le espetaría a un don Francisco de Asís y Cambó que no se puede pretender ser el Bismarck de España y, al tiempo, el Bolívar de Cataluña. Aunque conviene reparar en que aquella era otra España. Tan otra que aún era España. La España hoy ausente que un socialista como Prieto juraba llevar hasta en el tuétano de sus huesos. La misma que el presidente Manuel Azaña defendería con dignidad ante la traición de los catalanistas cuando la guerra incivil. Asunto bien distinto, pues, será discernir ahora, tantos olvidos más tarde, si procede ejercer de albacea de Pepe Rubianes y, a la vez, postularse heredero universal de Zetapé.

"¿Por qué no un actor si ya tenemos un payaso?", fue la frase más celebrada de la campaña que enfrentara a Jimmy Carter con el entonces aspirante republicano, un tal Ronald Reagan. Y otro tanto se podría plantear aquí. ¿Por qué no Chacón si ya hemos sufrido a Zapatero, Rubalcaba y Guerra, los tres padres putativos del Estatut? A fin de cuentas, que la Nación española encubre bajo meras apariencias de realidad un tosco artificio izado sobre el éter, suprema impostura a deconstruir, es lugar común compartido por todo progresista peninsular que se precie. A esos efectos patológicos, que moren a una u otra ribera del Ebro resulta asunto baladí.

Al cabo, idéntico prejuicio frente a España como patrimonio sentimental padecen unos y otros. ¿Cómo comprender si no a una izquierda que presume reaccionario a quien no reniegue, por ejemplo, de la bandera de las Cortes de Cádiz, el estandarte de quienes elevaron a ciudadanos a los siervos de la gleba? Nos ha tocado en gracia una progresía que abjura de la Nación. Y encima renunciamos a disponer de una educación nacional. Francia existe porque se forjó en la escuela francesa. Y de sobra es sabido que Italia fue alumbrada antes de que naciese el primer italiano. Aquí, sin embargo, acontece lo contrario. Si, como predicaba Renan, la Nación fuera un plebiscito cotidiano, nosotros lo estaríamos perdiendo cada vez que suena el timbre de entrada en las aulas. ¿La Chacón a Ferraz? ¿Por qué no una (mala) actriz?

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