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José García Domínguez

O catalán o puerta

¿Qué tendrán previsto hacer CiU y PP con los aborígenes que llevan toda una vida haciendo esfuerzos por segregarse? ¿Qué será de nosotros? ¿Nos deportarán al otro lado del Ebro o acabaremos internados en campos de reeducación en integracionismo?

Acaso para estar a la altura del creciente sentir racista que dicen identificar todos los sondeos de opinión en la plaza, Artur Mas se ha apresurado a soltar los perros gramáticos contra los inmigrantes. Así, el honorable en prácticas acaba de anunciar que los recién llegados deberán acreditar conocimientos de la lengua vernácula como "un requisito muy determinante" a fin de poder avalar su "esfuerzo de integración" en la sociedad catalana. Léase certificados de arraigo, expedientes de reagrupación familiar y permisos de residencia. Un asunto, ése de los acentos abiertos convertidos en alambrada ortográfica y aduana fonética cara a seleccionar a la mano de obra, en el que, por cierto, cuenta con la connivencia activa del Partido Popular.

Y es que los de Rajoy, ya felizmente alojados en la charca identitaria, igual pretenden de los foráneos que demuestren el dominio del catalán que repudian, por inconstitucional, en el caso de los nacionales. "Contrato de integración", se llama el sucedáneo criptopujolista acuñado en Génova. Que por tal responde la vía a través de la que la derecha dizque española va camino de absorber los fundamentos doctrinales del catalanismo, aprestándose de paso a cohabitar en idéntico redil moral. Al respecto, en cualquier otro sitio resultaría ocioso recordar que la única obligación exigible a los habitantes de un Estado de Derecho es el cumplimientos de las leyes. Punto.

Para un espíritu liberal, ahí, en el recto acatamiento a las normas emanadas de los poderes legítimos, empiezan y acaban los límites a que la gente haga con su vida –y con su lengua– cuanto le venga en gana. Quien se quiera hijo de la Ilustración –y no del coronel Macià y el capità Collons–, lo entiende a la primera. Como a la primera entiende que, una vez satisfecho ese elemental deber para con el Leviatán, habrá de ser estricta cuestión privada el perorar en chino mandarín, bable normativo o catalán estándar. Y en cuanto a la muy tediosa cantinela de la integración, ¿qué tendrán previsto hacer CiU y PP con los aborígenes que llevan –llevamos– toda una vida haciendo esfuerzos por segregarse? ¿Qué será de nosotros? ¿Nos deportarán al otro lado del Ebro o acabaremos internados en campos de reeducación en integracionismo? A saber.

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