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José García Domínguez

No estaban del todo locos

Que esa nada con sifón que responde por Carme le haya empatado a todo un profesional, viene a certificar otro gran error de Marx: el verdadero motor de la Historia no es la lucha de clases sino el resentimiento social

Ante la evidencia de que la única ley sociológica que procede tomar en serio es la de Murphy, he de confesar que ya tenía escrito un artículo glosando el triunfo de la Chacón. Aunque, para mi sorpresa, descubro que no deberé alterarlo demasiado tras la victoria del otro. Sostiene la teoría del caos que el aleteo de una mariposa en la selva amazónica es capaz de provocar un desolador terremoto en Luxemburgo. Pero lo en verdad temible es que no solo suceda dentro del negociado de la Naturaleza: en el acontecer de la especie humana pasa lo mismo. Contra lo que barruntaba Marx, la nariz de Cleopatra –o el puesto de trabajo en peligro de un don nadie a sueldo de Griñán en la Diputación de Cádiz– puede cambiar la Historia. Ya ocurrió en el 35 Congreso, cuando los balbases, media docena de quinquis del ladrillo, elevaron a un taje vacío a la Secretaría General del PSOE y, lo que es mucho más grave, a los anales del Reino de España.

Y ha estado a punto de suceder otra vez en la encerrona andaluza que le habían tendido a Rubalcaba. Por lo demás, que esa nada con sifón que responde por Carme le haya empatado a todo un profesional, viene a certificar otro gran error de Marx. Porque el verdadero motor de la Historia no es la lucha de clases sino el resentimiento social. Don Alfredo, al fin y al cabo un ex alumno del Colegio del Pilar, nunca sabrá fingir las lagrimitas de extrarradio peronista tan naturales en Carme. Una pornografía sentimental cara a tantos y tantos compañeros sin oficio ni beneficio que ahora moran como almas en pena, ¡ay!, ante las oficinas del INEM. Y es que por mucho que Rubalcaba se nos disfrace de comecuras descamisado, lo suyo no cuela. Un grave handicap, pues la rebelión de los mindundis –Florentino Portero dixit– que a punto ha estado de triunfar no resulta ajena a esa clave oculta.

Ya lo estoy viendo, toneladas de tinta van a malgastarse estos días recordando lo de Suresnes y lo de Bab Godesberg. Pero, en realidad, a lo único que se ha parecido el concilio del PSOE es a una convención nacional de la Pepsi-Cola. Acaso con la diferencia de que un postrero rapto de lucidez les ha impulsado a coronar al más listo, no al mejor vendedor. Mas nadie se llame a engaño. Chacón, ese empalagoso soufflé de emociones tardo adolescentes, encarnación del zapaterismo en estado puro, ha perdido una batalla, no la guerra. Veremos qué pasa en las primarias. La Gran Depresión, la única crisis sistémica del capitalismo comparable a la actual, duró más de una década y solo terminó tras el mayor programa de despilfarro público de la Historia de la Humanidad: la Segunda Guerra Mundial. Y no existe ninguna razón objetiva para suponer que la Gran Recesión vaya a ser más breve. Ninguna. Es de suponer, pues, que la socialdemocracia (o lo que queda de ella ) aún tendrá una segunda oportunidad antes de que amaine la tormenta. Que Dios nos coja confesados. 

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