"Tu cuerpo es tuyo, eso es socialista". Con tal argumento diz que izquierdista acaba de anunciar Bernat Soria el siniestro propósito de remitir un clon del doctor Montes a todas las salas de urgencias de los hospitales de la SS. Así, es de prever que los próximos titulares que el ministro suicidador regale a El País sean del siguiente tenor: tu vena es tuya, compañero yonqui; chútate hasta que te reviente el cerebro y, al tiempo, te explote el corazón, que la defensa de derecho tan rabiosamente humano como ése ya estaba en los discursos de Pablo Iglesias e incluso en las notas a pie de página del libro segundo de El Capital.
No hagas caso ni de los ruegos tu padre ni del llanto desesperado de tu madre, admirable y libérrima anoréxica; tu silueta cadavérica tuya y sólo tuya es: continúa, pues, destruyéndote como te plazca, que precisamente por defender semejante prerrogativa individual se lanzó en su día el Che Guevara a organizar la guerrilla en el altiplano de Bolivia. Persiste en embriagarte durante todo el poco tiempo que te reste de vida, alcohólico conocido, que tu maltrecho hígado en descomposición está llamado a convertirse en el nuevo estandarte de los huérfanos de la gloriosa Revolución de Octubre. No dejes de comer porquerías a todas horas, orondo adolescente; esa inmensa y flácida barriga no sólo pertenece en exclusiva al ámbito de tu irrenunciable soberanía, sino que también acredita ante el mundo tu condición de genuino progresista sin mácula. Et caetera.
Si bien se mira, este Soria encarna la prueba arrogante y engolada de que la cultura es lo que queda cuando ya se ha olvidado todo. De ahí que las señas de identidad de esa izquierda a la que apela con tal de dar matarile al personal no remitan a idea general alguna sobre cómo ha de organizarse la sociedad, sino, simplemente, a la propia cultura de la izquierda. Un circunloquio teleológico que no contiene proposición positiva sobre nada. Al cabo, asumir una actitud de izquierdas, hoy, apenassignifica tratar de romper como sea el nexo moral que vincula a nuestra sociedad con los valores de la cultura de raíz judeocristiana. Por eso, el exterminador Soria representa el paradigma de esa nada que aún insiste en decirse socialista.
Pues en eso ha devenido aquel viejo sueño que alguna vez creímos emancipador: en el paternalismo nihilista y autoritario según el cual ha de ser el Leviatán quien se reserve la última palabra en todos y cada uno los instantes trascendentes de la existencia de sus súbditos, empezando por el nacimiento y terminando por la muerte. Triste final de un viaje a Ítaca que empezó en el escritorio de Marx y ha ido a acabar en una sórdida camilla de hospital estrechamente vigilada por Montes y Morín.