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José García Domínguez

Los restos del naufragio

Si algún elemental instinto de supervivencia conservan aún en el partido socialista, el compañero Marco Junio Bruto ha de estar maquinando la conjura contra César antes de que lleguen los idus de marzo.

Parece que aquellas siete llaves con que Joaquín Costa mandó cerrar el sepulcro del Campeador no fueron suficientes. Así, con alguna consternación, en Ferraz acaban de descubrir que los lidera el espectro invertido del Cid, uno que pierde las batallas después de muerto. Insólita, inaudita habilidad, la del difunto José Luis, que podría elevar la magnitud de la tragedia socialdemócrata a dimensiones apocalípticas de aquí a un año. Al respecto, con el Adolescente atrincherado en La Moncloa y perdida ya toda esperanza, el interludio hasta principios de 2012 aboca al partido a un trance agónico. Disparidades al margen, una situación próxima al clima de sálvese quien pueda que marcó el suicidio ritual de la UCD en 1982.

Cuando la España liberal-conservadora se condenó a casi tres lustros de ostracismo, el tiempo que llevaría transformar la caspa de Alianza Popular en alternativa real de Gobierno. Con pareja intensidad se desangra el PSOE por su flanco zurdo y por la derecha. Sí, también por la derecha. Novedad que, por fin, deja de situar el destino de cualquier proceso electoral en manos de la célebre izquierda volátil, esa progresía difusa que solo concede votar a los socialistas tras protegerse la nariz con pinzas. La de los campistas de Sol y sus apéndices sociológicos, para entendernos. Algo que augura aún más inevitable el desastre al imposibilitar una huida hacia delante por la senda de la demagogia garbancera, la manida pose ful del radicalismo retórico.

Y para acabar de arreglarlo, unasprimarias. La organización toda apelada a demostrar su acreditada pericia en los viejos usos del navajeo fratricida. Una reyerta de muleros en la antesala del Infierno de Dante. En términos políticos, pura demencia. De ahí que si algún elemental instinto de supervivencia conservan aún en el partido socialista, el compañero Marco Junio Bruto ha de estar maquinando la conjura contra César antes de que lleguen los idus de marzo. Un golpe palaciego al estilo de aquél con que los tories, siempre tan pragmáticos, se quitaron de encima a la Thatcher. Acaso un coronel Casado que irrumpa en el Comité Federal para poner fin de una vez a ese numantinismo estéril del presidente. Y que trate de salvar los restos del naufragio. Si alguno quedara por entonces, claro. 

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